Resistencia y recuperación de la actividad económica

A menudo hablamos de ecosistemas empresariales o de ecosistemas territoriales de innovación cuando queremos analizar y tratar de entender las características, las interacciones y el desarrollo de la actividad empresarial en una determinada región.

De hecho, acaba siendo una manera de ampliar el enfoque del paradigma estructura –conducta– resultado, de la Economía Industrial, introduciendo la variable territorial. La idea básica, de partida, es comprender las estructuras competitivas de los mercados, que estrategias determinan el comportamiento de las empresas en esos mercados, como esto determina la evolución de los resultados empresariales, y todo ello dentro de un sistema territorial que incluya las interacciones entre las diversas empresas, sectores e instituciones.

Por otro lado, especialmente, a partir de la crisis económica internacional iniciada entre 2007 y 2008, y su posterior fase de recuperación; así como también debido a los efectos provocados por la Covid-19, los economistas empezaron a hablar de factores de vulnerabilidad y de capacidad de resiliencia de las empresas y de las economías.

Es decir, poner encima de la mesa la necesidad de conocer los factores de riesgo que amenazan la estabilidad de nuestro sistema económico, así como la capacidad de resistencia frente a los shocks externos y la capacidad de recuperación que permita superar estas crisis.

La preparación y publicación de la Guía de Excelencia Empresarial de Tarragona, además de permitirnos actualizar la información sobre el volumen de negocio generado por las principales empresas de nuestra región económica, es siempre una excusa perfecta para visualizar la gran diversidad de nuestro tejido empresarial y como su distribución comarcal dibuja diferentes escenarios de especialización territorial.

En este sentido, el concepto de especialización territorial inteligente (smart specialization) surgida como estrategia de innovación para mejorar la productividad de las regiones europeas, podría parecer contradictoria con la idea de que los territorios con una estructura productiva más diversificada presentarían una mayor resiliencia regional frente a shocks exógenos.

De la misma manera, que los ecosistemas biológicos con mayor nivel de biodiversidad presentan una mayor capacidad de adaptación y recuperación. Sin embargo, hay que entender que las estrategias de especialización regional inteligente se basan en potenciar un uso más productivo de los recursos y las capacidades locales, gracias a las inversiones en I+D y al aprovechamiento del conocimiento generado por las universidades y centros de investigación públicos y privados.

De esta manera, una economía regional especializada en diversas actividades que implican un uso intensivo de conocimiento y de innovación puede adaptarse más fácilmente a circunstancias cambiantes y ser, por tanto, más resiliente.

En cualquier caso, tanto las estrategias de especialización inteligente como los procesos de resiliencia regionales, que se desarrollan con éxito, provocan cambios estructurales en las economías regionales, pero a la vez, la propia estructura industrial preexistente influye en su capacidad de resistencia y adaptación, frente a shocks externos.