La administración del presidente Donald Trump ha iniciado este lunes una investigación oficial sobre los sectores farmacéutico y de semiconductores con el objetivo de evaluar si procede imponer nuevos aranceles a la importación de estos productos por razones de seguridad nacional. Así lo ha anunciado el Departamento de Comercio de Estados Unidos en dos documentos publicados en el Federal Register, el boletín oficial del gobierno federal.
Según los archivos, se concede un plazo de 21 días a las partes interesadas para presentar comentarios y aportaciones. Aunque no se detallan medidas concretas, el Departamento señala expresamente que la aplicación de aranceles adicionales es una de las opciones contempladas para “proteger la seguridad nacional”.
Foco en chips y medicamentos
La investigación sobre el sector de los semiconductores incluye chips, obleas, componentes de microelectrónica y productos relacionados. En el ámbito farmacéutico, el análisis se centrará en medicamentos genéricos y no genéricos, principios activos y otros productos similares.
Este anuncio se produce en un contexto de alta tensión comercial entre Estados Unidos y China, que han elevado recíprocamente sus tasas arancelarias hasta el 145% y el 125%, respectivamente. Al mismo tiempo, la administración Trump mantiene vigente un arancel general del 10% sobre todas las importaciones durante un periodo provisional de 90 días, con el objetivo de negociar con otros países el gravamen definitivo que se aplicará.
Un giro respecto a la decisión anterior
La publicación de esta nueva investigación coincide con unas recientes declaraciones de Trump, quien ha adelantado que la próxima semana anunciará un nuevo paquete de aranceles sobre la importación de chips y semiconductores. Esta postura supone un giro respecto a la decisión comunicada el pasado viernes, cuando el Servicio de Aduanas de EE. UU. informó que varios productos tecnológicos —incluidos chips, ordenadores, teléfonos móviles, paneles solares y tarjetas de memoria— quedarían excluidos de los nuevos aranceles para evitar perjudicar a las empresas estadounidenses que fabrican en China o dependen de componentes clave provenientes de ese país.
Con esta nueva línea de actuación, la administración Trump refuerza su discurso proteccionista y deja abierta la posibilidad de aplicar nuevas medidas comerciales que podrían tener un impacto significativo en los mercados globales de tecnología y salud.