Renovarse... o sufrir

El contexto geoeconómico actual es sin duda complejo para Europa y, probablemente, para otras áreas geográficas. En nuestro caso se percibe de forma más evidente, debido al dramático incremento del precio del gas natural que afecta, sucesivamente, al propio mercado del gas, al mercado eléctrico, a la industria, a la inflación y, finalmente, a los consumidores y al conjunto de la economía.

Los analistas predicen que los altos precios energéticos que padecemos se extenderán todavía por largo tiempo. Los futuros del mercado de referencia europeo de gas (TTF) se mantienen por encima 100 €/MWh hasta 2025 -lo que continúa siendo un precio desorbitado- por lo que los esfuerzos de un sector como el nuestro -primer consumidor de gas y tercero de electricidad en España- deben redoblarse para reducir en lo posible nuestra dependencia de las energías fósiles, mediante la electrificación y la eficiencia, y promoviendo los gases renovables. Así seremos más competitivos y reduciremos nuestra huella de carbono.

En este contexto, el Polo de Tarragona debe corregir sus debilidades para poder aprovechar mejor su enorme potencialidad de atracción de inversiones. El mayor hándicap que afrontamos es actualmente la apuesta insuficiente de las autoridades por la instalación de nuevas capacidades de energía renovable. Estas apenas aportan el 30% de la generación en Cataluña frente al más del 50% que, como media, se registra en el resto de España.

Ante un mercado eléctrico caro y volátil, las empresas deben prepararse, por un lado, para el autoconsumo, y, por el otro, para la firma de acuerdos bilaterales de compra (PPAs) verdes, dejando el recurso al mercado mayorista para ajustes puntuales de su demanda. Y para ello, es preciso facilitar la instalación de tecnologías renovables. Las mismas tecnologías que precisaremos para sustituir el gas como combustible en nuestras plantas.

España es el país europeo con mayor potencial para desarrollar hidrógeno verde. La ejecución de los numerosos proyectos de inversión existentes -nuestro país ya agrupa el 20% del total de los proyectos que avala la Comisión en toda Europa- precisa de un compromiso claro que permita y agilice la instalación de fuentes de energía renovables. A ello debe sumarse una mayor racionalidad en las propuestas ambientales, acompasando nuestras políticas y su fiscalidad a las europeas, ya de por sí ambiciosas. Esta es una transición que podemos liderar, sin olvidar el apoyo al desarrollo de infraestructuras de transporte y almacenamiento de CO2, necesarias para acelerar la consecución de nuestros objetivos frente al cambio climático, mientras desarrollamos tecnologías que faciliten su uso como materia prima alternativa.

Otro aspecto en el que Tarragona puede destacar es la economía circular. España es el primer país europeo que ha homologado el reciclado químico, lo que habilita a los inversores a dedicar recursos a estas tecnologías y así complementar de forma eficaz los avances del reciclado mecánico.

Debemos pensar también en los proyectos de nuestros sectores demandantes. La llegada prevista de importantes inversiones del sector de la automoción en España, con numerosos proyectos para vehículos, baterías y componentes para la movilidad eléctrica, abre el camino a instalaciones especializadas en la recuperación de materiales críticos y estratégicos, un paso esencial para no agotar sus reservas naturales.

En definitiva, nuestro futuro depende hoy de nuestra capacidad de acceso a energías y materias primas renovables, y de aprovechar nuestra posición destacada en el campo del reciclado y la recuperación. Si se establecen las políticas adecuadas, no solo seremos competitivos, sino que nuestro polo será capaz de liderar la lucha contra el cambio climático y los avances hacia la economía circular.

Carles Navarro Presidente de FEIQUE