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Un antes y un después del gran apagón

La velocidad es clave: podemos acelerar en el despliegue de baterías, centrales reversibles e interconexiones internacionales, o podemos frenar y revisar el calendario de cierre de las nucleares

03 mayo 2025 17:52 | Actualizado a 05 mayo 2025 07:00
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Hemos abusado tanto del término ‘histórico’ que, de tan gastado, parece no tener ya efecto. Pero hay días en los que es bastante más fácil echar mano de él sin temer pasar vergüenza. O no mucha. El 28 de abril de 2025 cumple el requisito. Es un día para la Historia. Un día negro, el del blackout, el del gran apagón ibérico, con muchas sombras y algunas (también) luces.

De esas luces va este análisis, con el suministro ya repuesto y unas primeras reflexiones (que no conclusiones). Primera obviedad: hay un antes y un después del gran apagón eléctrico ibérico. Lo imposible sucedió. El sistema eléctrico que se presumía entre los más robustos del mundo, la escuela de la que bebían un buen número de operadores y transportistas de electricidad de la Unión Europea, colapsó en segundos.

Red Eléctrica de España (REE), que había sido pionera en la integración de operación y transporte de electricidad, modélica para su sector, tenía que hacer un examen profundo de lo sucedido. Si algo así podía ocurrir, el sistema eléctrico español era uno de los candidatos más improbables. Pero lo improbable sucede también. Y sucedió aquí.

A la espera de la revisión de la ‘caja negra’ con los datos aportados por Red Eléctrica de España, de donde debería salir un informe concluyente de lo ocurrido -Gobierno español, Audiencia Nacional e instituciones europeas como la Red Europea de Operadores de Sistemas de Transporte de Electricidad (ENTSO-E) tienen abiertas investigaciones-, algo es evidente: habrá cambios. O debería haberlos, si no queremos repetir este suceso. Porque, cuando lo imposible ocurre, ¿quién tiene el valor de afirmar que no volverá a suceder?

El antes. El pasado mes de febrero, Redeia, empresa que tiene como filial a Red Eléctrica de España, advertía en su Informe de Gestión Consolidado Ejercicio 2024, depositado en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), de un «riesgo por pérdida de prestaciones de generación firme asociada al cierre de centrales de generación convencional (carbón, ciclo combinado, nuclear)».

El contenido de este informe, adelantado en su momento por el Diari de Tarragona, constataba que «el cierre de centrales de generación convencional como las de carbón, ciclo combinado y nuclear (consecuencia de requisitos regulatorios), implica una reducción de la potencia firme y las capacidades de balance del sistema eléctrico, así como su fortaleza e inercia», lo cual «podría aumentar el riesgo de incidentes operacionales que puedan afectar el suministro y la reputación de la empresa».

El después. Han sucedido ambas cosas. El 28 de abril, el suministro de electricidad se vio claramente afectado. Hasta el punto de llegar al cero eléctrico en toda la Península Ibérica. Ese día, tres de los siete reactores nucleares en España estaban parados por mantenimiento, con poco más del 50% de la potencia nuclear disponible. ¿Se cumplió el escenario de riesgo planteado en ese informe entregado a la CNMV en febrero?

Preguntado en rueda de prensa al respecto por el Diari de Tarragona, Eduardo Prieto, director de Servicios a la Operación de Red Eléctrica de España, respondió que «no» y que «este incidente debe analizarse, llegar a las conclusiones definitivas y, únicamente después, podremos confiar en su desarrollo, sus causas y sus acciones de mejora para evitar que pueda volver a ocurrir».

Llegamos a la segunda consecuencia apuntada en ese riesgo descrito por Redeia en su Informe de Gestión Consolidado Ejercicio 2024: una afectación en la reputación de la empresa. Un concepto subjetivo, abierto a la interpretación. Hasta que se habla el idioma del dinero, que no suele ser sutil.

Los mercados hablan

El Grupo Redeia, matriz de Red Eléctrica de España, es una empresa privada que cotiza en Bolsa, aunque el Estado tiene en ella una participación del 20% a través de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). Y, como cualquier empresa cotizada, la reputación se puede llegar a ver reflejada en esa cotización.

La dimensión reputacional en Redeia es una depreciación acumulada del 7% en el valor de sus acciones desde el lunes 28 de abril hasta el viernes 2 de mayo, que podría haber sido todavía más acusada sin la tregua del Primero de Mayo, cuando no abrió la Bolsa de Madrid.

A esa caída en Bolsa se le suma otra cuestión nada menor: el paso atrás de BlackRock, primer accionista privado de Redeia, que ha desinvertido lo justo para cederle esa posición a Pontegadea, la sociedad de inversión de Amancio Ortega. Si se viene una crisis reputacional, la principal gestora de activos del mundo no quiere estar en primera línea. Los estadounidenses no han abandonado el barco, pero se han puesto de perfil.

¿Se ha cumplido el escenario de riesgo avanzado en febrero por Redeia? Red Eléctrica de España (REE) dice que no. Los hechos y el capital indican algo distinto.

Vuelta atrás. En su informe depositado en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), Redeia no se limitaba a describir escenarios de riesgo, sin más. Cuando se señala un problema, es aconsejable sugerir una solución. Ser constructivo suele llevar más lejos.

«Esta incidencia -proseguía en su informe Redeia- supone un riesgo, con un horizonte temporal a corto y medio plazo», tras lo cual precisaba que «el riesgo se ubica en las actividades propias y de los clientes y usuarios».

Dicho esto, llegaba la propuesta. «Se han identificado -describía en su informe- distintas actuaciones o medidas a tomar para hacer frente a este riesgo: el fortalecimiento de las interconexiones internacionales, puesta en servicio de sistemas de almacenamiento, desarrollo tecnológico de los convertidores de electrónica de potencia y otras tecnologías que permitan que las necesidades del sistema de inercia y su fortaleza puedan ser provistas por la propia generación renovable o el impulso de mecanismos de flexibilidad y de redes inteligentes».

Tras lo cual, añadía: «Se considera que la estrategia y el modelo de negocio de la compañía proporcionan la capacidad de adaptación necesaria para abordar este impacto, aunque cabe destacar que, como se ha mencionado, dicha capacidad depende en gran medida de desarrollos normativos o avances tecnológicos que no pueden ser llevados a cabo únicamente por Redeia, sino que requieren de otros actores del sistema eléctrico».

Vuelta adelante. El gran apagón ya no es un escenario de riesgo: es un hecho histórico. Y, para evitar que la historia rime, hay que tomar medidas. La prueba de fuego será la presentación de la propuesta con la próxima planificación eléctrica 2026-2030, que le corresponde elaborar al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y que podría salir a la luz esta primavera. Allí se verá cómo de ambiciosas son estas medidas, y cómo de realistas para que estén a tiempo cuando empiecen los cierres de las nucleares.

La velocidad es clave

No solo Redeia ha puesto negro sobre blanco el riesgo que entraña cerrar, a partir del año 2027, los siete reactores nucleares que hay en España sin tener a punto esas medidas compensatorias.

El pasado mes de marzo, apenas un mes después de que trascendiese el informe presentado por Redeia en la CNMV, la consultora PwC difundía un informe titulado Estudio sobre el impacto del cierre nuclear, donde apuntaba que «este plan de cierre de las centrales nucleares, derivado y propiciado principalmente por el aumento de los costes y carga impositiva que soportaba el parque nuclear nacional, se llevó a cabo en un contexto totalmente diferente al actual, y bajo unas hipótesis de desarrollo de renovables y almacenamiento que no se han cumplido, ni parece que se vayan a cumplir».

Tras lo cual, añadía que, en este nuevo contexto, «Catalunya será el territorio más afectado por el cierre nuclear, viendo comprometida su suficiencia energética y su seguridad de suministro, lo que conllevará grandes impactos negativos a nivel ambiental y socioeconómico».

Ahí van las luces. Las cortas para despejar la niebla, las largas para ver dónde termina la recta y vienen curvas. Prendidas las luces, la cuestión que nos va a ocupar en el después del gran apagón: la velocidad es la clave. Y aquí, solo hay dos opciones: acelerar o aminorar la marcha.

Acelerar es ponerse a tramitar y ejecutar sistemas de almacenamiento con baterías de litio, centrales hidroeléctricas reversibles e interconexiones eléctricas transeuropeas de alta tensión como nunca se ha hecho. El objetivo es llegar a tiempo a noviembre de 2027, cuando está previsto el cierre del primero (Almaraz I) de los siete reactores nucleares que hoy operan en España.

Como todo conductor habrá experimentado alguna vez, calcular cuánta recta nos queda y cómo de rápido puede acelerar nuestro vehículo es clave para adelantar con seguridad. La otra opción es levantar el pie del gas y revisar el calendario de cierre de las nucleares, sin apurar si sabemos que con este coche nos la jugamos. Habrá más rectas.

Pero eso es algo que no deciden los acompañantes (que, como mucho, pueden jalear o pegar alaridos), sino quien conduce el vehículo. Que, en este caso, es el Gobierno. El después del gran apagón es esa recta.

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