Internacional

Una plaza llena de periodistas, feligreses, curiosos y turistas

Miles de personas prorrumpieron en un grito que recorrió la columnata de Bernini, proclamando en sucesivos momentos de la ceremonia el «habemus papam, habemus papam» y el «viva il papa, viva il papa!»

La Guardia Suiza, precedida de una orquesta, después de que se hubiese escogido el Papa pero aún no se hubiera revelado su nombre.foto: EFE

Xavier Pete
Publicado por

Creado:

Actualizado:

La Iglesia católica ya puede dormir tranquila. Ya tiene pontífice, y es el cardenal de Chicago, aunque medio latino por tener nacionalidad peruana, Robert Francis Prevost, de 69 años, quien ha decidido escoger el nombre religioso de León XIV para ser el 267 papa de los católicos. Un hombre del que correrán ríos de tinta —e, incluso, mares, como el océano Atlántico que le separará a partir de ahora de su gente más cercana y del mundo que deja atrás—, pero del que ya se apunta desde el mismo quilómetro cero de la cristiandad que es un eclesiástico de carácter tranquilo, humilde y al que su antecesor, el papa Francisco, escogió en 2023 como prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los brazos más fuertes del férreo sistema de la Santa Sede.

Habrá tiempo, por eso, para dedicarle horas de seguimiento para adentrarse en la que será una nueva personalidad pontificia, con su carácter y su carisma, todavía sin haber cerrado del todo el luto bergogliano, aliviado estos días con visitas fugaces a la tumba de Francisco en Santa María la Mayor de Roma y poco más.

El color blanco de la nube que sobrevoló el cielo romano tras salir de la desvencijada chimenea de la Capilla Sixtina fue lo que desencadenó una explosión de sonido, carreras y golpes cuando pasaban pocos minutos de las seis de la tarde de este jueves 8 de mayo. Ya había papa. Todo ello ocurría para poder ver la cara a este religioso de la Orden de San Agustín e hijo de madre de orígenes españoles y de padre francés, y que ha tenido su campo de formación y crecimiento en Perú, donde llegó a ser obispo de una diócesis. Por ello, precisamente, echó mano del español para acompañar al reglamentario italiano de su primer discurso y hacer un sincero agradecimiento a esa Iglesia sureña en que se formó. A los peruanos que había en la plaza, se les cortó la respiración.

Joven, vital y tímido

Joven y vital, aunque algo tímido, León XIV rompía la eterna espera de los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro desde tres horas antes refiriéndose en sus primeras palabras a su antecesor: «Queridas hermanas y hermanos. Este es el primer saludo de Cristo resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también quisiera que este saludo de paz entrara en vuestros corazones y llegase a sus familias a todas las personas en todas partes a todos los pueblos a toda la tierra. La paz sea con ustedes», señaló ya como pontífice.

Refiriéndose a «una paz desarmante, humilde y perseverante» que, como dijo, «viene de Dios», quien «nos ama a todos e incondicionalmente», Prevost tuvo palabras para «esa voz débil, pero siempre valiente, del papa Francisco bendiciendo en Roma».

El nuevo Papa de la Iglesia católica, situado sin mostrar atisbo de duda en la senda de Francisco, instó a «construir puentes con el diálogo con el encuentro, llevándonos a todos a ser un solo pueblo siempre en paz», a la vez que, en un discurso cargado de entusiasmo, el estadounidense abogó para «buscar juntos ser una Iglesia misionera, una iglesia que construye puentes y el diálogo siempre abiertos a recibir a todos, a todos aquellos que necesitan nuestra caridad nuestra presencia».

En los últimos compases de su lectura, también quiso dirigirse a quienes temían posiblemente por una amenaza a la unidad dentro de la Iglesia. Por ello, León XIV mostró, dirigiéndose a los cardenales que le votaron y a los que no lo hicieron (quiénes fueron se sabrá si él decide contarlo algún día), una firme voluntad de «caminar junto a ustedes como una Iglesia unida, buscando siempre la paz y la justicia buscando siempre trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo a anunciar el Evangelio, a ser misioneros».

Rebosante como en las mejores ocasiones, la plaza de San Pedro no falló y prorrumpió en un grito que recorrió la columnata de Bernini, proclamando en sucesivos momentos de la ceremonia el «habemus papam, habemus papam» y el «viva il papa, viva il papa!». Todo ello, como era de esperar, entre un alborozo también de banderas de un sinfín de países, la mayoría de ellas representados por sus cardenales en la Capilla Sixtina desde que dio inicio uno de los cónclaves más difíciles que se recuerdan.

El cónclave de las periferias

Un cónclave que terminará siendo recordado como el de las periferias y el del contraste entre los mundos que alberga el catolicismo. Pero, sobre todo, el del choque entre el hermetismo de un colegio cardenalicio encerrado durante más de un día para debatir el nombre del sucesor de Pedro y la fuerza demoledora de las nuevas tecnologías, que, a diferencia de la aparición de los anteriores pontífices en el balcón de la logia central de la basílica de San Pedro, tuvo una presencia magna.

La misma que se vio también este jueves por la tarde con la presencia de miles de personas que, tras escuchar las campanadas del templo de San Pedro, corrían entre imponentes medidas de seguridad por las arterias del Vaticano. Una imagen que no pasaba desapercibida para nadie desde sus casas, despachos y negocios, por ejemplo, en la vía de la Conciliación, que desemboca en el corazón de la cristiandad; el mismo lugar donde tarraconenses como el teólogo y biblista Armand Puig, aterrizado en la Ciudad Eterna hace unos meses en su nueva misión en la Santa Sede, no perdían detalle de lo ocurrido.

«En pocas semanas», atestiguaba el sacerdote de la Selva del Camp, «he visto pasar por la ventada de mi despacho a más gente que en unos pocos meses». Con Prevost, un Papa que promete tardes como las de este jueves, habrá pontífice, como se espera, para largos años.

tracking