“Probablemente hemos doblado el grupo de pacientes más jóvenes”, asegura la doctora Teia Plana. La coordinadora de la unidad de trastornos de conducta alimentaria (TCA) juvenil del Hospital Clínic se refiere al incremento de chicas menores de 12 años que atienden por diagnósticos de anorexia o bulimia desde 2020. Tanto la psiquiatra como otras expertas consultadas por la ACN sostienen que, si bien la covid disparó los diagnósticos en todas las franjas, hay otros “factores” para entender por qué aún se sigue en niveles altos y en pacientes cada vez más jóvenes. Todos detectan un aumento de la “presión estética” que, dicen, “tiene mucho que ver” con la eclosión de las redes sociales y con el acceso precoz a los teléfonos móviles entre los preadolescentes.
Antes de la pandemia se diagnosticaban en Catalunya algo más de 2.000 nuevos casos anuales de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), principalmente anorexia y bulimia (aproximadamente el 70% de todos los casos), y otros como el atracón o la evitación. En 2020, con el estallido del coronavirus, los diagnósticos crecieron en mil casos, y todavía hoy se mantienen en torno a los 3.000, según las fuentes consultadas. Los datos disponibles del Departamento de Salud llegan hasta finales de 2023, con 3.088 nuevos diagnósticos registrados.
“Hemos tenido un nivel muy alto de casos en los últimos años, también en 2024; hicimos una escalada impresionante (en 2020) y nos mantenemos ahí arriba”, certifican desde la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB). En la misma línea, en el Hospital Clínic, donde atienden casos agudos de TCA, también han comprobado de primera mano este crecimiento y cómo aún se mantiene en un volumen más alto que antes de la pandemia. “Al menos parece que no crece más, que la curva se aplana un poco o incluso puede empezar a bajar”, matiza la coordinadora de la unidad de TCA del servicio infantojuvenil, Teia Plana.
La herencia de la covid
Las fuentes coinciden en que la pandemia del coronavirus fue un desencadenante del incremento de casos. En este sentido, y aunque todos los expertos insisten en señalar que son trastornos “normalmente multicausales”, ninguno duda de lo que supuso el confinamiento y los meses posteriores en términos de salud mental para la población en general, y en particular para el colectivo más afectado por los TCA: los jóvenes. “Siempre preguntamos a las pacientes si hay un momento inicial -como la muerte de algún familiar, un viaje, etc.-, y en los últimos dos años como factor importante está el covid”, indica Reyes Raspall, codirectora del SETCA, un centro privado de Barcelona que atiende personas con TCA. La psicóloga habla en femenino de las pacientes, y es que aunque hay chicos y hombres víctimas de estos trastornos, la gran mayoría siguen siendo chicas.
El 45% de los diagnosticados, menores de edad, y chicas cada vez más jóvenes
Diversas estimaciones cifran en cerca de 28.000 los jóvenes o adolescentes que padecen alguno de estos trastornos en Catalunya. De hecho, entre los años 2018 y 2023, el 45% de los diagnósticos se han producido entre menores de edad, con datos de Salud obtenidos por la ACN; y cerca de un tercio más, entre los 18 y 34 años. Acotándolo a los años de pandemia e inmediatamente posteriores, la incidencia entre los menores de edad ha sido aún superior: más de la mitad de los nuevos diagnósticos en 2021 (1.778, el 54,2% del total), y manteniéndose después con más de mil casos anuales, al menos hasta 2023.
Además, un fenómeno que no recogen los datos ofrecidos por el Departamento de Salud, pero que constatan las fuentes consultadas es la aparición de casos cada vez más jóvenes. Teia Plana, del Clínic, explica que antes era muy extraño que llegaran pacientes en edad prepuberal, de 10, 11 o 12 años. “Ahora empieza a ser un poco más frecuente, probablemente hemos duplicado este grupo de pacientes más pequeñas”, concreta. Con todo, no dejan de ser una minoría incluso dentro de su campo de especialidad, que son los menores de edad, donde “la frecuencia más grande de debut” sigue rondando los 14 o 15 años.
La doctora Plana reconoce que con este grupo de pacientes están trabajando para “adaptar un poco los tratamientos, individuales y en grupo”, porque la madurez cerebral en estas edades no es igual que la de chicas de 16 años.
Bárbara Alcaide, responsable del servicio de atención a la familia y personas afectadas de la ACAB, dice de acuerdo con su experiencia que aunque es cierto que hay “más dificultad” para llevar a cabo una terapia reflexiva con estas pacientes, también lo es que “son edades en las que si se atiende rápidamente, tienen un buen pronóstico, se pueden reconducir y volver a su vida normal, ya que normalmente no tienen una mochila que pese tanto como en jóvenes un poco mayores”.
En el centro privado SETCA, en Barcelona, han detectado lo mismo. “Desde hace dos años aquí nos estamos encontrando con pacientes de 12 años que ya vienen de un recorrido clínico, por tanto, que han comenzado el trastorno alimentario con 10”, corrobora su responsable, Reyes Raspall.
Las causas de la precocidad
Preguntadas sobre las causas de esta precocidad, las tres fuentes consultadas coinciden. La doctora Plana, del Hospital Clínic, cree que -igual que pasa con el aún elevado número de diagnósticos en general- no todo se puede atribuir a la sombra de la covid. La eclosión de las redes sociales y el acceso prematuro al teléfono móvil aparecen como otro gran “factor”. “Seguro que tiene algo que ver con el hecho de que, de golpe, los niños y niñas a edades muy precoces estén con todas estas redes todo el tiempo”, dice Plana, que cree que mientras en algunos aspectos (de diagnóstico, de atención pública) la situación mejora, “hay otras cosas que van en contra”, en referencia a la “presión estética” cada vez más prematura.
Al respecto, añade: “Antes no teníamos toda esta parte del visualizado constante, este mundo de la imagen en el que los pacientes tienen más riesgo de comparaciones continuas, y también de relacionarse con gente que de otra manera no habrían conocido nunca, de edades diferentes a la suya, nivel económico, intereses diferentes, etc. Y, por tanto, ahora tienen más riesgo de confundir un poco lo que se espera de ellas a su edad y cuáles deben ser sus intereses”. “Seguro que hay que regular mejor las redes”, pide la doctora.
Desde el SETCA, Reyes Raspall considera que tanto entre estas chicas como en pacientes adultas “hay un uso excesivo de TikTok como buscador de información”, y alerta de la existencia de contenidos “con conductas muy patológicas”, incluso “con un punto de exhibicionismo” de su trastorno.
Mejora “insuficiente” de la atención pública, según la ACAB
La atención a las personas con trastornos de la conducta alimentaria en la red pública se hace desde la primaria, con derivaciones a los centros de salud mental para adultos e infantojuveniles, o a las unidades de agudos de centros hospitalarios, como el Clínic o Sant Joan de Déu, en el caso de los pacientes jóvenes. Aunque admiten que “siempre faltan recursos”, la doctora Plana (Hospital Clínic) se muestra satisfecha de que desde el Plan de Salud Mental y Adicciones se haya “puesto el foco en esta patología” con un plan de choque que impulsó el Departamento de Salud en 2023 ante el aumento de casos.
La asociación ACAB discrepa un poco. Bárbara Alcaide cree que a pesar de los esfuerzos de los últimos años, el servicio público tiene “un problema por la cantidad de casos que se dan, que no puede absorber con una temporalidad óptima”. La responsable de atención a las familias de la asociación recuerda que, en este tipo de trastornos, “la sintomatología va en aumento de manera abrupta” si los pacientes no se atienden rápidamente. La asociación ha trabajado con el Departamento de Salud y su plan de choque, impulsado para dotar de recursos a la primaria y los centros de salud mental “para que haya más profesionales y las derivaciones no se alarguen en el tiempo”.
Ratios superiores entre las rentas bajas
Las expertas subrayan que los trastornos TCA son “multicausales” y a la vez “transversales”, ya que se dan casos en todos los estratos sociales y territorios. Aun así, las ratios de casos de este tipo de trastornos son sensiblemente más altas entre la población con rentas bajas o muy bajas, en todas las áreas básicas de salud (ABS). “Sí que queda claro que la salud mental y las dificultades socioeconómicas están muy ligadas, y a veces los problemas sociales o económicos son “un añadido” al malestar emocional de las pacientes, aunque “no sean el pilar fundamental de su trastorno”, concede la doctora Plana.
En Catalunya, la incidencia de los TCA entre 2018 y 2024 se sitúa en unos 1,9 casos por cada 100.000 habitantes. Pero, según los datos facilitados por el Departamento de Salud mediante una petición de información pública y analizados por la ACN, la ratio se eleva hasta 2,2 casos entre las rentas bajas y muy bajas, y, en cambio, baja hasta 1,4 entre las medias y altas. De hecho, en todas las regiones sanitarias de Catalunya hay más incidencia de TCA entre las rentas bajas y muy bajas. En la de Tarragona en particular, se dan 4 casos por cada 100.000 habitantes en este segmento de población, y la mitad (2) entre rentas medias y altas.
Más allá del nivel de renta, las ratios más altas de Catalunya (entre 3 y 5 casos) se presentan en una treintena larga de Áreas Básicas de Salud, la mayoría en el área de Tarragona y en las Terres de l’Ebre.