Los compañeros de piso del yihadista detenido: «Hablaba del diablo y de cosas raras»

«Hace dos meses cambió y empezó a decir que todo estaba prohibido, se volvía loco sólo con verte reír», dicen

26 enero 2023 17:45 | Actualizado a 26 enero 2023 18:13
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La guarida de Yassine Kanjaa está a medio camino entre la capilla de San Isidro, donde empezó todo, y la iglesia de La Palma, donde acabó. La calle Ruiz Tagle está en el casco antiguo, en una barriada de casas bajas y pequeños negocios. Un lugar tranquilo, de aceras empedradas y arriates con plantas y árboles en el corazón de Algeciras. En el número 10 hay una puerta roja entreabierta de la que pende una vieja cadena. Al otro lado, el inframundo.

Una vivienda en ruinas de dos plantas que los okupas se han repartido en una suerte de corrala. Arriba, Aimar. Abajo, al fondo de un pasillo angosto en el que no caben dos personas, Yassine. Y en medio, Mohamed, un chaval al que parece que todo esto le ha pillado allí por casualidad.

Las paredes están desconchadas, enmohecidas, y la suciedad se acumula por todas partes. En una pequeña habitación llena de trastos asoma la cabeza desvencijada de un viejo peluche de Ferdinando, el toro que no quería ser bravo. En la pared cuelga una mishaba, una especie de rosario para rezar el tabish (una oración repetitiva para adorar a Dios), que hace sólo unas horas Yassine Kanjaa estrechaba entre sus manos, según cuentan sus compañeros de vivienda.

Registro de madrugada

Mohamed abre la puerta con cara de no haber pegado ojo en toda la noche. La policía registró durante la madrugada la zona de la casa que él compartía con Yassine Kanjaa. O más bien donde Yassine lo acogía. Ambos nacieron en el mismo pueblo, a 10 kilómetros de Tánger. Él llegó el martes a mediodía a Algeciras para tratarse de una discapacidad que sufre en su brazo derecho. El interior de la vivienda está desordenado -»la policía», dice-. Mohamed dice que «va y viene» cada vez que lo requiere su tratamiento y que Yassine Kanjaa lo acoge en su morada porque sus madres se conocen del pueblo. Pero apenas lo conocía, dice.

«Sólo lo veía fumar, comer y dormir» y también «rezar con el corán y con el móvil». Cuando le preguntó cuándo o cómo había llegado a España Yassine zanjó la conversación respondiendo: «No es asunto tuyo». Al parecer, no trabajaba. Ni él ni Aimar saben cómo se ganaba la vida.

La zona donde ambos dormían es un habitáculo de menos de 50 metros lleno de trastos y colchones. Tiene una pequeña cocina que se cae a trozos y un baño que está fuera y que comparten con el morador de la planta superior, Aimar, otro joven marroquí que conoce a Yassine Kanjaa desde hace algo más de un año, cuando se convirtieron en compañeros de vivienda.

Al principio la convivencia iba bien, según cuenta. Yassine Kanjaa era un chico normal con el que se cruzaba a diario y con el que compartía alguna cerveza en la puerta de la casa. Hasta hace «dos o tres meses». Ahí empezó el cambio. «Empezamos a verlo raro últimamente. Todo el mundo hablaba de que no estaba bien de la cabeza», relata el joven. «Decía cosas -continúa- que no tenían sentido. Aquí todos somos musulmanes, pero él hablaba cosas raras de Dios, del diablo y cosas así. Daba miedo».

Antes, cuenta Aimar, Yassine Kanjaa tomaba drogas, fumaba y se emborrachaba de vez en cuando. Pero se quitó «el tabaco, la bebida, todo», afirma el joven. «Cualquier cosa decía que estaba prohibida. Si te pelabas de una forma diferente, decía que estaba prohibido». Sus amigos, apunta, dejaron de ir a verlo tras el cambio. Se había convertido en un tipo huraño, solitario y con muy mal carácter. «Entraba, salía, hablaba mucho de Dios, pero no iba a la mezquita. Estaba loco, aunque yo no pensaba que podía hacer algo así, algo tan terrible», añade.

En la casa solían quedarse otros compatriotas que se encontraban de paso. Yassine Kanjaa había tenido problemas últimamente con dos de ellos. «Justamente ayer -por el miércoles, el día que se produjeron los ataques- le dijo a un compañero: «A ti te voy a cortar el cuello». Y todo porque creía que se estaba riendo de él. Yo escuché un ruido, me asomé y lo vi con el machete en la mano.

El chico salió corriendo y se escapó«, describe Aimar, que se muestra convencido de que no es un terrorista: «No es un ataque yihadista. Cuando estás con alguien y tú te empiezas a reír y él te dice: 'De qué te ríes, te voy a matar'... Eso no es normal. Se ponía furioso, amarillo. Es su paranoia, su mente, pero es propio de un psicópata, un loco, pero no de un yihadista». Cuando se le pregunta si cambió físicamente, responde: «Sí, se dejó barba, pero no sé dónde quieres llegar con eso...».

La comunidad musulmana se manifiesta

Los miembros de la Comunidad Ahmadía del Islam en España han emitido un comunicado en el cual han asegurado que se sienten «conmocionados y consternados tras el ataque de ayer a varias Iglesias en Algeciras, tras el asesinato del sacristán David Valencia y tras la grave agresión sufrida por el sacerdote Antonio Rodríguez. La Comunidad Ahmadía del Islam considera que se trata de un ataque indignante y malvado, que no puede ser justificado de ninguna manera ni circunstancia».

Además, recuerdan que «las enseñanzas del Santo Corán y del Fundador del Islam, el Profeta Muhammad (la paz sea con él) son enseñanzas de paz, tolerancia y amor por la humanidad. El Corán declara que matar a una persona inocente equivale a matar a toda la humanidad (Corán 5:33). A lo largo de su vida, el Santo Profeta Muhammad (la paz sea con él) condenó todas las formas de agresión, violencia e injusticia. Instruyó a sus seguidores que, en el caso de tener que luchar en una guerra en defensa propia, no hicieran daño a ningún líder religioso ni a ningún lugar de culto, ni tampoco atacaran a personas inocentes: ancianos, mujeres y niños».

En el mismo escrito, la comunidad recuerda que «hoy en día, no hay ningún país ni grupo que esté librando una guerra contra el Islam. Los musulmanes viven libremente en Occidente y pueden practicar su propia religión, por lo que deben sentirse agradecidos por estas libertades que disfrutan. En consecuencia, el odio manifestado por los terroristas y extremistas es totalmente incomprensible. Estos terroristas y fanáticos no están defendiendo el Islam, sino que, al contrario, difaman y mancillan su nombre y sus enseñanzas».

Finalmente, sentencian que «la Comunidad Ahmadía del Islam ofrece su más sentido pésame a la familia de David Valencia y reza por la pronta recuperación de Antonio Rodríguez. Compartimos su dolor y compartimos su indignación. Oramos por la paz en el mundo y para que se acaben todas las formas de terrorismo, extremismo y odio».

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