Basta con cruzar unas pocas palabras con Rubén Pérez para entender que no es el perfil de exfutbolista de Primera División que venden los estereotipos. No hay ego, no hay tono de superioridad, solo existe la cercanía. Quizás ahí se entiende como un portero con más de 400 partidos en las principales categoría del fútbol español y con experiencia en Primera División de la mano del Nàstic lleva ya unas cuantas temporadas probando el sabor del ‘barro’. Lo hace fuera de la portería, como defensa, y sigue disfrutando del fútbol como siempre ha hecho. Ahora incluso más porque «antes era un trabajo, ahora es un hobbie». Este año jugará en el Morell de Primera Catalana, pero también ha defendido los colores del Torreforta, La Canonja, España Canonja, el Jesús y María, el Roda de Barà... Una carrera que alarga y alarga a sus ya 43 años. «Mientras el cuerpo aguante, voy a seguir», advierte.
Pérez atiende al Diari tras terminar una jornada laboral que empieza de buena mañana con su furgoneta con la que hace de repartidor. Ya de los 18 a los 20 años ejerció este trabajo y ahora lo hace con una ruta que probó en una aventura que nació durante el Covid y que desde entonces combina con su tienda de Futbol Emotion que tiene en Torreforta y una escuela de porteros que este año tendrá en el Morell, con el que también va a jugar en Primera Catalana.
«Cuando llegó la Covid me quedé parado en la tienda porque no había fútbol y no se compraba nada. Dejé de facturar y le vi las orejas al lobo. Uno de los repartidores vino a la tienda y me preguntó que si la cosa estaba parada. Yo le dije que totalmente y él me dijo que si quería trabajo en el transporte que tenía una furgoneta libre para mí. Lo dijo en broma porque la gente se piensa que soy multimillonario por haber jugado en Primera División. Yo le dije que me apuntaba, que ya había sido repartidor y que no quería estar parado. No se lo terminaba de creer y me acuerdo que le contesté: ¿Te piensas que por ser futbolista no voy a saber trabajar?».
La aventura de Pérez como repartidor duró en principio tres meses, en los que dominó la ruta. La Covid acabó y la tienda sufrió un repunte. No iba a volver a repartir, pero su jefe le ofreció la furgoneta y la ruta y terminó aceptando. En enero va a hacer dos años y el exportero profesional cuenta con felicidad su nueva vida: «Cuando voy a repartir hay mucha gente que me pregunta si soy Rubén Pérez o que incluso me dicen que me parezco mucho a Rubén Pérez (ríe). Flipan. La gente se piensa que tengo la vida resuelta, pero no es así, yo tengo que seguir trabajando».
Pérez combina su carrera laboral con su carrera futbolística, ahora alejada de los focos. Lo hace como jugador porque hace ya años que abandonó la portería: «He jugado de mediocentro y de portero en el fútbol regional porque tengo el criterio y la pausa que me han dado la portería y también voy bien por arriba». De hecho, Pérez no solo destaca por eso, también tiene gol, tal y como reconoce: «Con el Torreforta llegué a marcar 11 goles en Tercera Catalana y 10 al año siguiente en Segunda Catalana, pero tiraba todas las faltas y penaltis».
La relación con el juego
Su relación con el juego viene de siempre, tal y como recuerda: «Yo siempre he dicho que al fútbol profesional he llegado de portero porque he tenido el talento y la suerte, pero que de jugador no habría llegado en la vida. Pero en estas categorías creo que si estás bien físicamente y tienes nociones del fútbol, pues puedes jugar bien. Eso sí, yo siempre he entrenado durante la semana de jugador en el fútbol profesional porque me gustaba tener buen juego de pies. En El Nàstic siempre entrenaba los lunes y me acuerdo que en el Alavés con 20 años jugaba en el filial y siempre subía los jueves para los partidillos con el primer equipo para hacer de jugador. Allí estaban mitos como Abelardo, Jordi Cruyff, Quique de Lucas... De hecho, el ‘Pitu’ me decía que lo hacía mejor que mis compañeros del filial haciendo de jugador. Me acuerdo que me ponían de lateral derecho».
El tiempo ha volado y a sus 43 años, Rubén Pérez vive con motivación una nueva temporada en Primera Catalana con el Morell. «En teoría iba a jugar con el España Canonja, con el que ascendí el año pasado tras reforzar al equipo en los últimos partidos, pero el entrenador del Morell me conocía y me llamó porque necesitaba un central de garantías. Me probó y tras el partido amistoso ante el Valls en el que ganamos me dijo que me fichaba. Yo estoy contento y con ganas de verme en una categoría así».
El exportero del Nàstic y uno de los grandes rostros en el barro de la actualidad deja una reflexión en el tintero: «Antes cuando era futbolista profesional, el fútbol era un trabajo y un compromiso, ahora me lo tomo como un hobbie. El concepto es muy diferente, porque yo voy a los partidos sabiendo que si no gano no pasada nada, aunque me jode mucho perder. Nunca me pongo a pensar que he jugado en Primera División y que ahora lo hago delante de 20 personas». De portero a jugador, de la élite al barro. El amor por el deporte no entiende de lógicas.