Reprodúcela otra vez, Sam

Las divisiones encargadas de localizar nuevas estrellas musicales hace tiempo que trabajan con algoritmos

27 junio 2022 12:31 | Actualizado a 15 septiembre 2022 10:58
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«Este mes será el último en el que se podrán escuchar mis discos en plataformas como iTunes, Spotify y otras. Viendo los reportes obtenidos, se acabó. Los beneficios son ridículos, pero no porque no tengan audiencia, sino porque las ganancias son ridículas». Ya van unos cuantos músicos que me trasladan esta drástica decisión. Su desazón es comprensible, pero no es más que la confirmación de que, dentro de la cadena de valor de dicha industria, la remuneración de los artistas ‘no mainstream’ es de las pocas cosas que no han sufrido excesivos cambios.

Y es que la industria musical es uno de los mayores ejemplos de cómo un sector puede ver sacudida dicha cadena de valor en toda su integridad debido al progreso tecnológico y su aplicación en innovación directa. Y cuando decimos en toda es, efectivamente, en toda.

Desde la creación y la producción (al poder crear un home studio con unos costes relativamente bajos, mientras que antes todo artista debía pasar ineludiblemente por un estudio de grabación monopolizado por las compañías discográficas) a la posibilidad de compartir ficheros facilitando la participación de músicos en la distancia o la desformatización o eliminación del soporte físico (del vinilo al CD, pasando por el MiniDisc hasta el Mp3).

Lejos quedan las obras conceptuales donde un disco tenía una serie de canciones preparadas para ser escuchadas en un determinado orden y un artwork donde reflejar a nivel gráfico el ‘contenedor’ de esa obra ideada por un grupo o artista. Definitivamente, la tiranía del single se impuso.

Las divisiones de A&R (Artists & Repertoire) encargadas de rastrear y localizar nuevas estrellas emergentes hace tiempo que trabajan también con algoritmos y modelos predictivos destinados a identificar el nuevo hit, reduciendo así de forma drástica los costes de búsqueda. Los niveles de precisión son sorprendentes. No tan sorprendente es el hecho de que los nuevos hits, en el fondo, tienen poco de ‘nuevos’, ya que se replican patrones que han sido exitosos previamente. El componente ‘matemático’ intrínseco de la música facilita enormemente dicho análisis y réplica.

¿Qué le ocurre a la creatividad cuando clonamos (con ligeras variaciones, ya que no debemos afectar al modelo original exitoso) aquello que sabemos que ya ha funcionado? De la misma forma que en Twitter o en grupos temáticos de WhatsApp buscamos reforzar nuestras creencias e ideas sólidamente instaladas y ‘expulsamos’ aquellas que las puedan cuestionar, esta dinámica más propia de los anticuerpos de nuestro organismo también nos puede impermeabilizar ante contenidos, ideas o canciones que no siguen patrones trillados ya recorridos anteriormente.

Se dirá -y con razón- que el acceso al océano creativo musical está ahí y libre de peajes (más allá de una cuota mensual relativamente baja), pero si pretendemos ser ‘conducidos’, dicho océano reduce sus dimensiones drásticamente. ¿Preocupante? No diría tanto, pero sí es ‘inquietante’.

Es altamente recomendable que los músicos o artistas exploren las condiciones de cada plataforma de streaming en cada momento, ya que no todas tienen exactamente las mismas. Eso les permitirá anticiparse a posibles prácticas abusivas. Y para aquellos que han decidido abandonarlas, comparto a continuación la ‘misión’ de algunas de ellas, es decir, su motivo o razón de ser: dar a todo el mundo acceso a toda la música que quieran todo el tiempo, de una forma legal y accesible. Su misión es una propuesta de valor clara y concreta hacia el usuario. Hablar del ‘creador/compositor’, al menos aquí, no aplica.

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