Para escribir este artículo he tenido que reflexionar intensamente, y he decidido reflejar aquello que pienso porque disto mucho de ser un experto en la materia. Siempre he considerado que la formación debe ser parte de uno de nuestros pilares de desarrollo tanto personal como profesional. Es una de las bases desde la que se debe sustentar el conocimiento y es una herramienta indispensable para la gestión de la incertidumbre; pero de ello hablaré más tarde.
En los años que llevo como docente en ESIC han pasado ya una bonita cifra de alumnos; y espero y deseo que sean muchos más; y muchos son los que me preguntan por qué continúo formándome con la posición que ahora ostento como CEO. Escribiendo el artículo, me he dado cuenta de que la mejor respuesta que les podría dar sería: al principio me formaba para obtener conocimiento; también por currículum; luego me formé para conocer nuevos métodos o herramientas, y ahora me formo para inspirarme e inspirar.
No soy un experto en educación, como ya he mencionado, pero mientras escribo estos párrafos reflexiono en el cómo llegamos a nuestra etapa madura, y creo observar tres grandes pautas en la formación, sobre todo al observar a mis tres hijos de edades bien distintas.
Al inicio, el aprender a andar, es una pauta de prueba y error, nadie nace caminando, pero todos terminamos haciéndolo. A la edad de 3 a 5 o 6 años estamos en fase de exploración de nuestros límites y limitadores, porque el entorno también nos puede limitar y finalmente a partir de los 7 aprendemos sobre valores, pero lo más importante, a realizar valoraciones de nuestro entorno. La adolescencia la dejo para más adelante, pero la considero como una reafirmación de los tres peldaños anteriores.
La realidad es que estamos constantemente formándonos, es innato en el ser humano, pero algunos son conscientes del objetivo y otros no. Hay personas que tienen muy arraigado el prueba y error, y no tienen miedo al fracaso, otros viven obsesivos con superar los límites, internos o externos y otros están constantemente analizando sus valores. Repasando pues uno de los párrafos al principio me formé para conseguir conocimiento, saber andar. Luego estudié para superar los límites, y para ello se necesitan nuevos métodos. Pero hoy me formo para que me conquisten y conquistar; inspirar.
¿Y dónde queda la incertidumbre en todo esto? La formación, en un mundo tan cambiante, es aún más importante y tiene aún más relevancia. En estos últimos años he observado cómo mis colaboradores, allegados y alumnos han tenido que salir de su zona de confort, y para poder salir de esta han tenido que aprender a desaprender, salir de lo concebido y volver a aprender para llegar más allá. Aquí la formación se erige como una herramienta indispensable para guiar y facilitar la transición de una zona de confort a una zona de aprendizaje y crecimiento personal.
Recuerdo bien cuando cursé el EMBA, que además de darme herramientas para superar mis límites me dio personas maravillosas que entraron en mi vida. Para entonces tenía unas metas y unos retos frente a mí, debía salir de mi zona y adquirir nuevos conocimientos para ganar confianza en la gestión y en la toma de decisiones, pero también empecé a aprender que formarse no iba solo de obtener un fin, sino de empezar un principio.
Soy ingeniero y la filosofía no es mi fuerte, pero hace muy poco un profesor me dijo una frase que creo que me hará crecer como docente: «No puedo enseñar nada a nadie. Solo puedo hacerlos pensar». (Sócrates).
Como director general quiero gente que no tenga miedo a equivocarse, gente que quiera superar sus límites, gente que cuestione sus valoraciones. En definitiva, gente que quiera aprender, gente que quiera inspirar.
Carles Romero es profesor de ESIC
