El dramaturgo neorromántico francés Edmond Rostand ideó Cyrano de Bergerac en 1897 como un drama heroico en cinco actos (dado que estaba escrito para el teatro) y en el que el popular protagonista es un soldado poeta, orgulloso y sentimental, pero con un gran defecto: poseer una gran nariz hasta lo ridículo. Enamorado de una mujer hermosa, su prima Roxane, se siente no correspondido por verse feo. Roxane, por su parte, está enamorada de Christian de Neuvilette, que es un cadete de soldado. A diferencia de Cyrano, Christian es guapo, pero no posee el ingenio del protagonista.
Como es sabido, Cyrano pacta con Christian escribirle cartas de amor a Roxane, pues de esta forma logrará al menos expresarle a su amada sus sentimientos. Roxane, cada vez más impresionada del espíritu de su amor, confiesa a Christian conmovida, que si bien el amor hacia él comenzó por el atractivo físico, ahora era su alma lo que ella amaba. Esto resulta demoledor para Christian y euforizante para Cyrano, ya que ella menciona que le gustaría aunque fuese feo. El resto de la historia ya la conocen.
Las adaptaciones teatrales de época suelen funcionar bien en el cine y el personaje de Rostand no ha sido una excepción. Cyrano de Bergerac se ha llevado al cine en numerosas ocasiones. Seguramente, las versiones más famosas son la de 1950, protagonizada por José Ferrer (por la que ganó el Oscar) y la de 1990, protagonizada por Gérard Depardieu (que también fue nominado pero no lo ganó). Otra adaptación actualizada fue la que dirigió Fred Schepisi en 1987. Esta última protagonizada por Steve Martin y Daryl Hannah y titulada Roxanne.
En todas, con más o menos acierto, el tema de la prominente nariz era (como se soslaya en la pieza teatral) un factor determinante. Fuera en forma de comedia o drama, Cyrano se escondía de su amor platónico debido a su exagerada trompa. Pero he aquí que Joe Wright, director de esta nueva versión de Cyrano, le ha dado una vuelta de tuerca que no parece funcionar. Wright no es un novato en adaptar clásicos de la literatura. De hecho, ya lo hizo anteriormente con Jane Austen y su Orgullo y prejuicio (2005), con Tolstoi en Anna Karenina (2012) y con autores más contemporáneos como Ian McEwan en Expiación (2007). Ahora toma la historia de Cyrano de Bergerac y se da alguna licencia literaria, sustituyendo el exceso nasal por la corta estatura del protagonista y convirtiendo una interesante historia en un musical extravagante, que termina algo perdido, a pesar de la excelsa labor interpretativa de ‘Tyrion Lannister’ Dinklage. Desilusiona al espectador que esperaba más de esta tragedia, reconvertida ahora en musical con partitura y canciones compuestas por Aaron Dessner y Bryce Dessner.
Pero sí merece la pena comprobar el trabajo de todo el reparto, entre los que destaca Peter Dinklage, que junto a Haley Bennett, ofrece los mejores momentos del filme y los más emotivos. Son los instantes que más llegan al corazón y los que más le echan narices.
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