Corría 2013 cuando el thriller israelí Big Bad Wolves lograba impactar gracias, en buena medida, a las críticas muy favorables de Quentin Tarantino, quien la calificó como la mejor película de aquel año. Verdaderamente, el filme de Aharon Keshales y Navot Papushado suponía una vuelta de tuerca actualizada al cuento de Caperucita, logrando que el espectador se quedara con muchas dudas hasta el final gracias a su enigmático y sugerente desenlace. Big Bad Wolves obtuvo el premio a la mejor dirección en Sitges, entre otros reconocimientos en numerosos festivales internacionales. Una película muy aconsejable que sigue siendo altamente elogiada a día de hoy.
De hecho, Lobo feroz es una versión española de aquel éxito, con una duración muy similar (este de 105 minutos, aquella de 110), aunque con matices y un mayor protagonismo coral que la de su predecesora. Para ello, el cineasta Gustavo Hernández le ha dado su sello personal, al tiempo que ha escrito el guion junto con Juma Fodde y Conchi del Río.
El director uruguayo afronta en este ‘remake’ temas que ya planteaba el filme de hace una década, hablando de venganza, pero también de obsesiones, dolor, injusticias, maldad y amor filial.
Un policía al borde de la ley y una mujer en busca de venganza, cruzan sus caminos obsesionados con descubrir al asesino que se esconde tras los brutales crímenes de varias niñas. Jóvenes a las que tortura y mutila después de abusar de ellas. Ambos están dispuestos a hacer lo que sea necesario para lograr su confesión, aunque para ello tengan que tomarse la justicia por su mano. Una modélica detective luchará contrarreloj para evitar que se cometan errores irreparables y que esa desesperada búsqueda de la verdad se convierta en el más feroz de los lobos.
Hernández ha querido darle toques de humor negro a una historia dura, cruda y terrible, manteniendo en tensión constante al espectador, lanzando ‘perlitas’ que sirven de escape a ese estrés acumulado a lo largo del metraje. Y a ello se añade los diferentes grises de los personajes de la historia, donde los buenos no son tan buenos ni lo malos tan malvados. Dos líneas que se acercan y que son difíciles de discernir con el objetivo de que el malo del cuento pueda resultar cualquiera. El filme posee un gran reparto encabezado por un siempre creíble Javier Gutiérrez, acompañado de Adriana Ugarte (madre de la última víctima), Antonio Dechent, Rubén Ochandiano, Juana Acosta, Fernando Tejero o la pequeña Luna Fulgencio.
En sus primeras versiones, el cuento de Caperucita Roja tenía un final trágico y desgarrador para Caperucita. Incluso presentaba consecuencias sexuales para la joven. Se creó así porque su finalidad era ilustrar y generar prudencia en las niñas de aquellas sociedades. Luego, la fábula cambió para contar con un desenlace dulcificado.
Tanto en Bad Big Wolves como en Lobo feroz, la historia no trata de suavizar esa conclusión. Sino que nos retrae al final original, el de Charles Perrault en lugar del posterior de los hermanos Grimm. En esa versión de Perrault ya nos detalla que el lobo se halla escondido entre el bosque (haciendo referencia a la sociedad) y que puede parecer en cualquier momento de forma inesperada y sorprendente. Un lobo feroz con piel de cordero, del que nadie sospecharía.
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