El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en Catalunya, con 11 litros de alcohol puro ingerido al año por habitante mayor de 15 años, y está detrás del 4,23% del total de las muertes en esta comunidad. Estas son las estimaciones del Departament de Salut de la Generalitat, con motivo del Día Mundial Sin Alcohol, celebrado ayer.
Los datos de consumo son elocuentes y se disparan entre los jóvenes, donde la ingesta de alcohol está ampliamente extendida, pues el 21,5% de los estudiantes de secundaria de entre 14 y 18 años (20% de hombres y 23% de mujeres) se ha emborrachado en el último mes, especialmente durante el fin de semana, y el 25,2% (24,7% de varones y 25,7% de mujeres) ha hecho al menos un episodio de «bringe drinking» –consumo rápido e intensivo de bebidas alcohólicas en forma de ‘atracones’– durante el último mes.
Como refleja el testimonio del reportaje que publica este mismo Diari en su página 2, el alcoholismo es una enfermedad grave que tiene dramáticas consecuencias, tanto físicas como mentales y sociales. Sin embargo, la tradicional normalización del consumo de alcohol y su imbricación en la dieta española y el tejido productivo de muchas regiones han contribuido a quitar hierro a un problema que en absoluto es menor.
Se trata de un tema de salud pública arraigado en la sociedad ante el que no podemos seguir haciendo la vista gorda
La evidencia de los efectos del alcohol especialmente en la fase de crecimiento obliga a las administraciones a poner en primer plano un derecho y obligación básicos, el de proteger la salud de la infancia y juventud. Pero no solo es la administración la que debe luchar contra este consumo abusivo, sino que se trata de un asunto que compete e interpela al conjunto de la sociedad, comenzando por los padres. Entre todos hemos de facilitar y encontrar alternativas para que el tiempo de ocio no esté tan directamente vinculado con el consumo de alcohol. Se trata de un tema de salud pública ante el que no podemos seguir haciendo la vista gorda.
