La Conferencia del Agua de la ONU, que se cerró este viernes, no dejó un acuerdo histórico ni una gran estrategia contra la crisis hídrica, pero sí supondrá un cambio importante en la forma en que la comunidad internacional responde a este problema. Más allá de los cientos de compromisos presentados, la reunión sirvió de punto de partida para actuar por fin con decisión frente a la crisis global del agua. Según Naciones Unidas, entre 2.000 y 3.000 millones de personas sufren escasez de agua en el mundo e irá a peor en las próximas décadas, mientras que crece la contaminación del agua y se multiplican los desastres meteorológicos extremos como consecuencia del cambio climático.
Actualmente, el verano se extiende cinco meses, advierten los meteorólogos, pues los 30ºC se alcanzan en fechas más tempranas del mes de mayo y los otoños transcurren con más calor de lo habitual. Desde la década de 1880, la temperatura global promedio en la superficie terrestre ha aumentado casi 1 grado. Si no se toman medidas inmediatas, podría aumentar entre 2,6 y 4,8 grados para finales de este siglo.
Los embalses están bajo mínimos –los de Siurana y Riudecanyes son un ejemplo– y no se descarta que haya restricciones
Esta semana, Tarragona ha acogido la quinta edición del Congrés de l’Aigua a Catalunya, bajo el lema ‘Adaptación de la gestión del agua en el nuevo entorno económico, social y tecnológico’. La falta de agua preocupa a los entendidos en la materia. Los embalses están bajo mínimos –los de Siurana y Riudecanyes son un ejemplo– y no se descarta que haya restricciones de consumo si sigue sin llover. Las reservas se agotan. También aumenta el riesgo de incendios. «La buena noticia es que la gente está dándose cuenta del problema», apuntan los expertos. En Tarragona estamos haciendo los deberes: el consumo doméstico ha bajado un 12% en quince años –solo repuntó durante el confinamiento–. No quedarnos secos es cosa de todos.
