La huelga de sanitarios que estos días se lleva a cabo en Catalunya merece una reflexión profunda por parte de los responsables de las administraciones antes de que, como gritaban ayer los facultativos en la manifestación que tuvo lugar en Barcelona, este sistema se «vaya al garete».
Y es que la sanidad pública catalana adolece de serios problemas a los que urge dar solución con el mayor consenso posible. Uno de los principales dramas es la alarmante falta de sanitarios, una situación que se agravará en los próximos años, toda vez que en esta comunidad se estima que unos 9.000 médicos se jubilarán durante esta década, muchos de ellos sin contar con un relevo.
Este fenómeno responde a una pura cuestión demográfica y a las dificultades para retener el talento de unos jóvenes galenos que presentan una mayor concienciación con la conciliación y sin tantas objeciones para irse al extranjero en busca de mejores condiciones.
El panorama es especialmente grave en la Atención Primaria. Los pocos médicos que hay se ven obligados a atender hasta 50 consultas diarias, entre presenciales y telemáticas. Y a ello hay que sumar unas tareas burocráticas (firmar bajas, validar recetas, hacer justificantes...) que se llevan una buena parte de su jornada.
Durante esta década se estima que se jubilarán en Catalunya 9.000 médicos, muchos de ellos sin contar con un relevo
Todo ello, unido a los efectos colaterales de la pandemia y al envejecimiento de la población, se ha traducido en un apreciable deterioro de la calidad asistencial. La escasez de estudiantes que optan por la Medicina de Familia y la Pediatría agrava un problema con una muy compleja solución a corto plazo y que tiene su origen en el encadenamiento de clamorosos errores de planificación.
La posibilidad de prolongar la actividad hasta los 68 años es manifiestamente insuficiente para paliar una angustiosa falta de sanitarios que el sistema de salud y los dirigentes políticos habrán de encarar con muchos más recursos y con medidas innovadoras.
Y sin perder un segundo.
