Más de 40.000 personas mayores viven solas en la provincia de Tarragona, una cifra que se ha duplicado con respecto a hace diez años y que seguirá aumentando exponencialmente, dado el envejecimiento al que se dirige la pirámide poblacional.
La situación se agrava por el hecho de que la inmensa mayoría de estas personas padece una soledad no deseada, fruto de la muerte de sus cónyuges y de cambios sociales que han contribuido a que en los hogares ya no conviva la familia completa, de forma que los abuelos se han ido quedando solos en sus casas. Se trata de una realidad que supone un gran reto para la sociedad en su conjunto y para unas administraciones obligadas a tomar medidas para garantizar la calidad de vida de todas estas personas.
Más, si cabe, cuando las estadísticas aseveran que la prioridad de los ancianos es permanecer en sus viviendas siempre que sea posible, es decir, mientras sean independientes, pues la mayoría solo considera ir a una residencia «cuando no haya más remedio». En este sentido, una de las medidas más importantes debe pasar por establecer mecanismos que favorezcan la interrelación de los ancianos entre ellos y con otros colectivos, precisamente para paliar esa angustia que genera la soledad.
La principal tarea pasa por un trato humano, por preocuparnos por ellos y hacerles sentirse parte importante de la sociedad
En algunas ciudades ya se han puesto en marcha iniciativas como las viviendas compartidas entre varias personas mayores e incluso entre ellas y otras más jóvenes que están pendientes de ellos a cambio de alquileres más baratos, por ejemplo. Asimismo, resulta una obligación revisar los edificios para mejorar la accesibilidad y evitar que se queden atrapados entre las paredes de sus pisos porque el bloque no cuenta con ascensor o con una rampa que les permita bajar a la calle.
Sí, es mucho lo que hay que hacer ante este desafío, pero la principal tarea pasa por un trato humano, por preocuparnos por ellos y hacerles sentirse parte querida e importante de la sociedad.
