En la política casi todo es previsible. Menos la moción de censura de mañana, un acontecimiento inédito, sin un desenlace claro, que puede precipitar un efecto bumerán contra Vox, que puede descolocar a los partidos del ‘establishment’ o que puede ser capitalizada por Pedro Sánchez. Todo es posible. Porque Ramón Tamames, por mucho que se haya prestado a la moción de censura en una discutible contribución a la cultura democrática de este país, va a realizar su última gran conferencia con un propósito: dejar públicamente su camaleónico legado académico e intelectual y exigir la convocatoria de unas elecciones anticipadas.
El mayor error ante la moción de censura sería ridiculizarla o convertir a Ramón Tamames en una caricatura
El pleno de la Cámara se va convertir en una reedición atípica del debate sobre el estado de la nación. El mayor error ante la moción de censura sería ridiculizarla o convertir a Tamames en una caricatura. Sobre todo porque el mayor contrapunto el debate será el contraste entre el tono del profesor –que intentará previsiblemente una retórica entre ‘caballeros’– y el registro tóxico y estridente que se vive hace tiempo en la política española, donde se ha impuesto la cultura del garrotazo y el maniqueísmo.
En ese sentido, a pesar de lo estrambótico de la situación, la moción de censura podría ser, al menos teóricamente, una buena oportunidad para rescatar la profundidad del debate y para la ‘remoción’ de la política española.
Eso, al menos, sería la cara positiva de la sesión, aunque lo previsible es que al final quede desvirtuada por la ferocidad de la discusión. Y es que la cercanía de las elecciones del 28 de mayo lo condiciona todo y lo contamina hasta extremos indeseados.
Los partidos están ya en ‘modo comicios’ y resulta vano esperar que tengan un atisbo de sentido común y den paso a reconstruir empatías para ponerse en la piel del otro, rehacer puentes, exponer sus diagnósticos y proponer soluciones conjuntas a los problemas más enquistados. Una lástima.
