A los hombres (y mujeres) de buena voluntad

24 diciembre 2022 11:33 | Actualizado a 25 diciembre 2022 07:00
Ángel Camacho
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Se desbocó hace ya muchos años la superficialidad con que se trata la Navidad. La necesidad ávida de dinero forzó a los poderes económicos a inventar la necesidad del regalo, hasta hacer caer incluso en un ridículo rictus de cortesía la felicitación al prójimo.

Pero hay otro caso más penoso aún: el olvido de los ancianos, colocados en asilos y residencias, sin nadie que les visite o les envíe una foto con sonrisa dedicada. Por eso les cuento este caso:

Un anciano contemplaba la TV en la residencia donde le habían dejado, y vio en la pantalla a su hijo que reclamaba su derecho a saber dónde estaba enterrado su abuelo, fusilado en 1937.

Al momento, el anciano tomó papel y bolígrafo y le escribió: «Querido hijo: Después de verte por TV, te escribo para decirte que la memoria histórica es muy importante, porque fue a mi padre (q.e.p.d.) al que fusilaron, pero, en vez de preocuparte tanto y con tanta vehemencia de averiguar en qué cuneta tiraron a tu abuelo, podrías hacer uso de tu memoria, aunque no sea histórica, para recordar en qué asilo dejaste tirado a tu padre, y de paso te des una vuelta para verle. Porque ya va para nueve años que me dejaste aquí –cuando murió tu madre– después de vender el piso que con tanto sudor compró para mí tu abuelo asesinado».

Hemos entrado en una etapa cruel de desprecio de la ancianidad. Es el desprecio de la ignorancia, porque, como decía alguien, un anciano es una biblioteca andante

Desconozco la respuesta a esa carta. Pero es real.

Hemos entrado en una etapa cruel de desprecio de la ancianidad. No en todas partes, porque en muchos países del Tercer Mundo se les respeta y cuida en lo posible. Pero cuando gentes de dicho mundo vienen al primero, se les pega enseguida el egoísmo y la mala voluntad que trata a los ancianos como en el caso relatado: muebles apolillados que están mejor en un almacén de ruinas.

Es el desprecio de la ignorancia, porque, como decía alguien, un anciano es una biblioteca andante. Llenos de recuerdos, de ligazón familiar, de sabiduría en muchos casos. No se dan cuenta –o no quieren hacerlo– esos tontos que les tratan mal o simplemente les ignoran.

No seamos superficiales y felicitemos con sinceridad. El mensaje ya hace dos mil años que sigue vigente: paz en la Tierra a la gente de buena voluntad

Mientras echamos en falta detalles de humanidad (y aclamamos a los voluntarios que procuran curarla) por otros aires nos sorprende el Universo. Se ha descubierto que nuestra querida galaxia, la Vía Láctea, ese camino de estrellas que vemos por la noche en el firmamento, nota que una galaxia vecina se está acercando. Concretamente, Andrómeda. Suponemos que con buen voluntad.

Al mismo tiempo, se ha notado otro fenómeno interesante: el sistema solar (y nosotros en él) se está acelerando hacia el núcleo de la Vía Láctea. ¿Tendrá consecuencias en la vida de la Tierra? Aún es pronto para decirlo, porque la realidad es que somos un grano de arena en la playa del Universo.

Mientras tanto, en estas fiestas, no seamos superficiales y felicitemos a quien debamos, con sinceridad. Porque el mensaje ya hace dos mil años que sigue vigente: paz en la Tierra a la gente de buena voluntad. Que no falte, al menos en esta época.

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