Los miserables

10 marzo 2023 17:06 | Actualizado a 11 marzo 2023 07:00
Josep Moya-Angeler
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La miseria puede salpicarnos a todos. También se puede ser rico y miserable, es una de las maldades que otorga el capitalismo mal entendido.

Warren Buffett, que ha sido el hombre más rico del mundo y ahora está entre los cinco primeros, convocó a sus tres hijos en la pasada década. «Os voy a adelantar vuestra herencia», les dijo a sus casi 90 años y con más de 200 mil millones de dólares de patrimonio. «Os daré el uno por ciento».

Los hijos aceptaron a disgusto, pero él prosiguió: «El uno por ciento entre los tres, y ahora os toca trabajar para seguir adelante. El resto lo dedicaré a obras benéficas, porque quiero devolver a la sociedad que lo que la sociedad me ha dado».

La cultura de «devolver a la sociedad lo que la sociedad nos ha dado» es muy común entre magnates y no tan magnates norteamericanos y forma parte de la cultura luterana; también de la católica, aunque en este caso casi nadie la hace suya. Capitalismo, sí, pero sin olvidarse de que se ha sido afortunado gracias al sistema y por la necesidad del mercado, es decir, de la sociedad.

La cultura de «devolver a la sociedad lo que la sociedad nos ha dado» forma parte de la cultura luterana; también de la católica, aunque en este caso casi nadie la hace suya

En España, el pasado año Amancio Ortega donó 25 millones para caridad y lo hizo saber como si fuera un gran benefactor. Tiene un patrimonio de 53 mil millones y ganó en 2022 más de 3 mil millones de euros. Es decir, que donó el 0’05% de su capital. Lo que, en un asalariado que gana 2.000 euros al mes, supondría dar 1 euro de caridad cada mes.

Por su parte, tenemos a Ferrovial, que parece que no ha oído nunca eso de devolver a la sociedad lo que la sociedad, en este caso a través del Estado, le ha dado, miles de millones de euros. La codicia de esta empresa parece no tener límites y no vale decir que muchos de sus accionistas son fondos de inversión que no atienden a emociones. Falso. Detrás de cada fondo hay personas y detrás de Ferrovial, también.

Entre sus negocios figura haber construido autopistas, algunas de las cuales como no han dado beneficios han sido compradas por el Estado, es decir, por todos los ciudadanos. Cuando mi tendero Jordi cerró y pidió una ayuda al Estado, la respuesta fue un no, con el comentario de «montar su negocio ha sido un riesgo que usted ha corrido». Capitalismo con excepciones.

En España se dice que quien manda es el Ibex 35. Aquí tienen una muestra: estas empresas hacen lo que quieren sin tener presente que sus beneficios surgen de una situación privilegiada. No hacen ningún favor a nadie, pero alguien debería decirles que no pueden campar a sus anchas y que cuando a los ciudadanos les va mal, ellos no pueden tomar decisiones que perjudiquen aún más a la ciudadanía representada en el Estado.

La codicia de Ferrovial parece no tener límites y no vale decir que muchos de sus accionistas son fondos de inversión que no atienden a emociones. Falso. Detrás de cada fondo hay personas

Observo dos cuestiones nada gratuitas: la falta de diálogo por parte del Gobierno con las empresas del Ibex 35, que lleve a un entendimiento equilibrado. Y la reacción unánime de políticos y medios de comunicación altamente preocupados, mientras que cuando desde Catalunya se deslocalizaron cerca de dos mil empresas –algunas, espoleadas por el propio gobierno de Rajoy– hubo quien aplaudió.

Tampoco se queja nadie de que el presidente de Andalucía pida a las empresas catalanas que se ubiquen en sus tierras porque allí se ofrecen más ventajas fiscales.

Entre unos y otros, mucha miseria. Demasiada e indignante miseria.

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