La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, tiene una especial habilidad para suscitar y encender polémicas. La última –por ahora– son las becas a centros privados para familias que ganan más de 100.000 euros.
Alguien debería decirle a esta señora que las becas son un mecanismo de equidad cuyo objetivo es garantizar el acceso a la educación a las personas con menos recursos. Alguien debería decirle que, según asegura un reciente estudio, apenas uno de cada diez estudiantes universitarios es de clase baja. Alguien debería decirle que esta desigualdad de oportunidades frena no solo el desarrollo y el ascenso social de los que menos tienen, sino que la sociedad toda se ve perjudicada, al desaprovechar una cantidad ingente de talento solo por el hecho de que ir a la universidad es, de nuevo, solo para las elites.
Alguien debería decirle que las familias que ingresan más de 100.000 euros no necesitan una ayuda pública para que sus hijos estudien. Yo pude cursar la carrera con una beca, y estoy muy agradecido, pero no me parecería razonable ni ético que mis hijas las pudieran disfrutar, ya que afortunadamente podemos pagar sus estudios, y sé que otras familias no podrán hacerlo. Para ellas deben ser, pues, las becas. Obvio.
Apelo a la conciencia de los madrileños –espero que tengan más que su presidenta– para que no abusen de una ayuda que es fundamental para muchos estudiantes, de cuyos logros, insisto, se beneficiará toda la sociedad.
