Hay un episodio de la Odisea en el que Ulises regresa a Ítaca exhausto, vencido y cubierto de andrajos y se acuerda de sus amigos muertos. Está a punto de rendirse, sin fuerzas. Nadie le reconoce, no sabe que Penélope anda tejiendo su espera. Entonces, en un impulso de amor propio, aprieta los dientes y se pone en pie. Las palabras que pronuncia son sólo dos. Se las susurra al oído la diosa Atenea: «Aguanta, corazón». Y esas dos palabras lo salvan. Si los dioses están a tu lado, todo es más fácil. En eso consiste tener suerte. Es cierto. Si los dioses están a nuestro lado, todo es más fácil. Tal vez eso sea la suerte. La buena suerte. Y no puedo evitar pensar en esa niña que se empuja a sí misma en la cima de un tobogán mientras se muerde la lengua. He encontrado la foto dentro de un libro. Soy yo, el tobogan está en Tarragona y llevo un vestido verde. El pelo corto y unos zapatos blancos. Recuerdo el vértigo. El miedo. No sé si recuerdo el momento, o solo es la foto. Nadie sabe bien lo que recuerda. Recordar, como dice la etimología es algo que se hace con el corazón y según la neurociencia, recordar activa la misma área cerebral que la imaginación. Así que no lo sé. Pero me tiré por ese tobogán. Es el mismo empujón simbólico que propició la diosa Atenea susurrando a Ulises: «Aguanta, corazón». Quizás la diosa me susurra al oído cada vez que tengo miedo.
Atenea
17 mayo 2025 20:29 |
Actualizado a 18 mayo 2025 11:00

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