Hay cosas que uno no se puede perder. Una vez en la vida. Es una frase usada y abusada, pero es cierta. Uno no debe perderse un amanecer o un atardecer. Pueden ser en Vedrà (Formentera) o puede ser en la Platja Llarga. Pero una vez al año hay que ver salir el sol en el mar y una vez al año hay que ver cómo se esconde. Una vez en la vida hay que ir al estadio de Anfield, comprarse una bufanda del Liverpool y cantar a todo pulmón «You’ll never walk alone». Es lo más parecido a visitar la Luna que uno puede conseguir con los pies en la tierra. Si es posible, uno debe ir a las Completes de Poblet. Vayan. Llegarán a oscuras y solo les acogerá la llama de una vela. Déjense llevar por la salmodia. No piensen. Una vez en la vida hay que ir y si es posible correr la maratón de Londres. Solo esa. En esta edición del 2025 ha habido momentos absolutamente maravillosos. Como el de Andrew Rosewell que corrió toda la carrera con una foto de su hija Grace de 23 años, muerta de cáncer. De eso se trata. De vivir. El tiempo no regresa. Pero se puede vivir siempre ese momento, esos momentos. Atesorarlos. Sin fotografiarlos. Mirar la pasión. Absorber la pasión y convencerse de que siempre vale la pena. Una salida de sol, un cántico hasta dejarse las cuerdas vocales, una carrera por alguien. O sencillamente escuchar el cu-cu de un cuco una tarde de domingo en plena primavera.
Cu-cu
18 mayo 2025 19:24 |
Actualizado a 19 mayo 2025 11:00

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