Joan Manuel Serrat estudió Peritaje Agrícola el mismo curso que mi hermano Josep Maria. Entonces tocaba la guitarra como aficionado. Veinte años después, en la cumbre de su fama, le acompañé al rodaje de un documental televisivo en el barrio de Poble Sec en medio del alborozo de vecinos que asomaban por las ventanas.
La persona no ha cambiado. Desde que se negó a representar a España en Eurovisión, al no poder cantar en catalán, Serrat ha sido el de siempre: sencillo, amante de la libertad, universalista.
En el festival Centroamérica Cuenta, que se celebra esta semana en Guatemala, ha dialogado con Sergio Ramírez, que fue vicepresidente de Daniel Ortega en Nicaragua y hoy está exiliado. Ortega cambió, de revolucionario a dictador. Serrat siempre es el mismo.