Hoy vamos a recordar qué pasó hace sólo unos años atrás por culpa del coronavirus. El 14 de marzo de 2020, Pedro Sánchez decretó el primer estado de alarma en España. Aquel sábado comenzó el confinamiento que se acabó extendiendo tres meses y 8 días.
Durante ese tiempo muchos de nosotros notamos como la vida se paró de repente y algunos empezaron a darle la vuelta a diversos asuntos. Entre ellos temas como la vida en pareja, nuestra salud física o mental y obviamente nuestra vida laboral pasaron a ser analizados hasta el milímetro. Había mucho tiempo para reflexionar ya que estábamos encerrados en casa. Muchos se plantearon si estaban trabajando en lo que realmente querían, si su empleo realmente les apasionaba o no, y si serían más felices –y realizados– trabajando en otro sector, con otros horarios y otros compañeros. Y, por qué no decirlo, muchos también empezaron a darle vueltas al coco sobre si estaban anclados en una ciudad y su verdadero deseo era vivir en otra urbe o incluso residir fuera de nuestro país.
El encierro nos dio tiempo para saber si queríamos seguir por el mismo camino o tal vez era el momento de desviarnos a otras carreteras. Pues bien, algo ha tenido que pasar para que unos años después de ese negro episodio cada vez haya más trabajadores que renuncien a su trabajo debido a que ya no les llena o apasiona. Y no es una sensación. Ya hay datos. Según la encuesta «2022 Global Benefits Attitudes Survey», elaborada por WTW, cerca del 30% de los profesionales tiene previsto cambiar de trabajo en los próximos dos años. Muchos lo deciden hacer a partir del mes de enero, coincidiendo con el cambio de año.
De hecho, casi todos conocemos amistades, familiares o conocidos que han decidido dar un giro completo a su vida. Muchos han dejado su trabajo estable y han emprendido nuevos negocios o bien se han lanzado a aventuras que tal vez antes del Covid eran impensables.
En este sentido, el sector tecnológico es uno de los que más les cuesta reclutar talento. De hecho, según algunos informes, se necesitan en nuestro país unos 120.000 profesionales (20.000 solo en Catalunya) bien formados para cubrir los puestos en el sector. En la Unión Europea se han creado más de 2 millones de puestos de especialistas en el sector, pero siguen faltando manos ante tanta demanda. Según Deloitte, España debe triplicar los profesionales de las tecnologías de la información y las comunicaciones de cara al 2030.
Ante esta situación, muchas empresas de este sector apuntan al sector, o lo que es lo mismo, el reciclaje de las habilidades profesionales para poder desarrollar nuevas funciones o profesiones. De eso sabe mucho Tiago Santos, General Manager de Ironhack Iberia, y que se encarga de hacer posible estas transformaciones: «Por aquí hemos visto desde panaderos o relojeros que se han pasado al sector tecnológico. Incluso una madre de familia de 50 años y que se había quedado sin trabajo. Algunos de nuestros estudiantes en nuestro bootcamp (campo de entrenamiento) de Barcelona vienen de Tarragona. Algunos provienen de sectores como la música, el retail o el turismo. Y es que queremos capacitar a todas las personas en el mundo tecnológico», nos cuenta, y detalla que a estos profesionales se les recicla con nuevos conocimientos en Diseño UX/UI, Análisis de datos, desarrollo Web y ciberseguridad, enfocados para profesionales que buscan lograr «roles más especializados».
La mala noticia es que algunas empresas han aprovechado estos últimos meses para rescindir el contrato a trabajadores, algunos con más de 50 años, aludiendo a que «no son trabajadores digitales». La buena noticia es que los empleados ya han perdido el miedo de tomar decisiones y a cambios radicales tras el confinamiento y están dispuestos a una nueva vida con más oportunidades y tal vez mejor sueldo. La manida frase de renovarse o morir podría renombrarse como reciclarse o morir. Y es que, en unos años –o meses, tal vez– veremos profesionales como por ejemplo un cocinero, que son capaces de crear avanzadas aplicaciones que pueden revolucionar nuestro mundo. Y es que la pandemia nos dio muchas cosas malas y alguna buena, como por ejemplo, darnos una segunda oportunidad en el mundo profesional.
