Condenados
al extremismo

11 marzo 2023 20:05 | Actualizado a 12 marzo 2023 07:00
Dánel Arzamendi
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En pleno auge del bipartidismo, fuimos muchos los que defendimos desde estas y otras páginas la conveniencia de avanzar hacia un espectro representativo más plural por diversos motivos. En primer lugar, porque resulta obvio que las diferentes ópticas y posturas sobre las cuestiones poliédricas que afectan a la vida pública difícilmente pueden ser visibilizadas en un modelo reduccionista que todo lo reconduce al blanco o al negro. Por otro lado, porque la asfixiante hegemonía institucional que habían conquistado las dos grandes formaciones españolas nos había inmerso en un lodazal de abusos y corrupciones que frecuentemente se despachaban argumentando que el otro hacía lo mismo donde mandaba (y lo triste es que era verdad).

Aun así, como tercera reflexión, lo más relevante de esta posible apertura eran los beneficios para la calidad y eficiencia del sistema que se derivaban de la existencia de un tercer partido de centro. En efecto, la consolidación de una formación bisagra, que fuese habitualmente necesaria para sumar la mayoría aritmética con unos y otros, podría favorecer la moderación en las políticas durante los turnos de derecha e izquierda, y además facilitaría la continuidad de determinadas estrategias que necesitan perspectiva a largo plazo, pues este partido participaría en su diseño de forma casi permanente.

Por todos estos motivos, creo que fuimos muchos los votantes que contemplamos con ilusión y optimismo la irrupción de nuevas ofertas electorales, que podrían representar un soplo de aire fresco en nuestra anquilosada vida parlamentaria. Y fue así como nació Ciudadanos, una marca que en apariencia respondía fielmente a ese perfil de tercera formación centrada. También apareció Podemos, que parecía proponer una nueva visión del progresismo, superando los trasnochados dogmas y experimentos fallidos del viejo comunismo. Y también surgió Vox, como escisión del PP a su extrema derecha, que permitía a los populares situarse en un espacio de centro conservador nítido. Sin embargo, el paso de los años ha convertido aquel enorme caudal de esperanza en la mayor de las decepciones.

Ciudadanos implosionó por la enfermiza egolatría de su líder, Albert Ribera. Unidas Podemos no ha corrido la misma suerte, de momento, pero el espectáculo que ha ofrecido cuando ha tocado poder ha sido frecuentemente lamentable

Por un lado, el partido naranja implosionó por la enfermiza egolatría de su líder, Albert Ribera, quien perdió completamente el rumbo cuando pensó que podría sustituir al PP como principal grupo de la derecha. La estrategia de Ciudadanos fue puesta al servicio de un único objetivo: llevar a su máximo dirigente a la Moncloa. Aquella formación no había nacido para eso, y fracasó en el intento de forma estrepitosa. Los restos del naufragio se debaten hoy entre pedir un rescate agónico en otras siglas, o bien seguir nadando por inercia hacia la catarata.

Unidas Podemos no ha corrido la misma suerte, de momento, pero el espectáculo que ha ofrecido cuando ha tocado poder ha sido frecuentemente lamentable. Sus dirigentes suelen intentar suplir su colosal incompetencia (véase la ley del ‘sólo sí es sí’) con una cansina verborrea que provoca migrañas a un busto de escayola.

Todo apunta a que esta charlatanería pancartera ya no da más de sí, y son muchos los analistas que auguran para los morados un progresivo declive, que terminará reduciéndolos cuantitativa y cualitativamente a lo que siempre negaron ser: una versión millennial de un PCE pasado por chapa y pintura.

Ni siquiera les queda ya vergüenza para disimular los tics de la vieja política que tanto decían detestar. Por citar sólo un ejemplo de esta misma semana, después de tantos años pidiendo acertadamente explicaciones por cualquier sospecha de corrupción, ahora varios grupos reclaman una comisión de investigación sobre el caso Mediador, el roldanesco escándalo del Tito Berni, que afecta al gobierno del que forman parte. El presidente en el Congreso de Unidas Podemos, Jaume Asens, ha rechazado la iniciativa con el siguiente argumento: «no podemos estar todo el día haciendo comisiones de investigación». Cara de cemento armado.

Vox parece empeñado en representar el perfil más Torrente de la sociedad en que vivimos, con un dogmatismo populista equivalente al de los morados, aunque en el extremo contrario

Y lo mismo podríamos decir de Vox, un partido que parece empeñado en representar el perfil más Torrente de la sociedad en que vivimos, con un dogmatismo populista equivalente al de los morados, aunque en el extremo contrario.

Lo grave de la situación es que, tras la desaparición del proyecto moderado, el relativo éxito de las formaciones en ambos límites ideológicos ha provocado un fenómeno diametralmente contrario al comentado inicialmente: al resultar prácticamente imposible que el centro-izquierda y el centro-derecha logren triunfos suficientes para gobernar en solitario, dependen siempre de Podemos y Vox respectivamente, con la radicalización de la vida parlamentaria correspondiente. Es decir, que la superación del bipartidismo no ha traído consigo la moderación y objetivación de la acción pública, y la continuidad básica de las políticas a largo plazo, sino un modelo condenado al extremismo, con alternancias que supondrán deshacer todo lo realizado por el anterior ejecutivo, con giros estratégicos de 180 grados.

Nos encontramos ante una paradoja de difícil solución: la intensificación de la pluralidad representativa en nuestros órganos de gobierno no ha favorecido una gobernanza más incluyente sino todo lo contrario. La aparición de nuevas formaciones nos ha conducido a un escenario aparentemente inexorable donde, gobierne quien gobierne, la mitad de la ciudadanía con ideología diferente no sólo disiente del ejecutivo (lo que es inevitable en cualquier sistema de alternancia) sino que percibe un ataque frontal y constante a sus principios con cada una de las medidas que se aprueban.

Sucede ahora con el electorado desde el centro hacia la derecha, con un gobierno de PSOE y Podemos, y probablemente sucederá lo mismo con la ciudadanía desde el centro hacia la izquierda, cuando llegue a la Moncloa un nuevo presidente apoyado por PP y Vox. Quién nos iba a decir a algunos que acabaríamos echando de menos el bipartidismo...

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