De Sofías y Tamames

08 marzo 2023 18:17 | Actualizado a 09 marzo 2023 06:00
Alfredo Ramírez Nárdiz
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Te deseo que vivas tiempos interesantes, dicen que es la peor maldición que te puede echar un chino. Pues sí. Tiempos como estos en los que suceden cosas verdaderamente insólitas. Por ejemplo, circula por los cenáculos de la Villa y Corte una hipótesis político-constitucional cuya perspectiva, según me han dicho mis fuentes, ha provocado ya media docena de apoplejías en padres de la patria, dos grandes empresas dadas a la fuga, una ministra de igualdad infartada y un loro monárquico, Manolito, lo llamaban, desplumado por una turba de árbitros incorruptos que perdió el control de sus emociones, y probablemente también de sus esfínteres, en un local de ocio nocturno cuyo nombre prefiero omitir, pero que cabe suponer que fue frecuentado por los Quince Diputados de la Fama, que son como los trece del Perú, pero no los de Pizarro, sino los del Tito Berni.

La hipótesis gira alrededor de las insospechadas consecuencias que para los destinos de la Nación podría tener una lectura de conjunto de la popularmente conocida como ‘Ley Trans’ junto con el artículo 57.1 de la Carta Magna. ¿De qué me habla? Dirá usted. ¿Que de qué le hablo? Imagine la siguiente situación: es una alegre mañana de finales del mes que viene en el Palacio de la Zarzuela, en concreto, es el día del decimosexto cumpleaños de la Infanta Sofía, 29 de abril de 2023, y, tras muchas noches sin dormir y muchos días pensando en ello con la gravedad que el asunto amerita, la infanta acaba de llegar a la trascendental conclusión de que, aun y habiendo nacido con cuerpo de mujer, ella se siente varón.

Sí, se siente varón. Y, como varón que se siente, y como mayor de 16 que es, la citada ley la habilita para convertir su sentimiento en acción, cambiar legalmente su condición, sin necesidad de consentimiento paterno, ni de aval judicial, y pasar a ser tenida por varón gozando el cambio de plena eficacia jurídica.

Si Sofía pasara a ser varón, su hermana Leonor, Princesa de Asturias, pasaría a no ser princesa, ni sucesora, ni nada y España se convertiría en el primer país del mundo en tener un rey trans

Bien, dirán los más ajenos a la línea lógica de los acontecimientos, ¿y qué? Pues si quiere ser hombre, que sea hombre. ¿Qué problema hay? Ninguno, por supuesto. Salvo que hay un inciso en el citado artículo 57.1 de la Constitución que dice que en la sucesión a la Corona el varón precede a la mujer. Luego, si Sofía pasara a ser varón, su hermana Leonor, Princesa de Asturias, pasaría a no ser ni princesa, ni sucesora, ni nada y España se convertiría en el primer país del mundo en tener un rey trans.

Dirán los biempensantes que todo lo anterior es absurdo. Y quizá tengan razón. Improbable, sin duda. Inverosímil, tal vez. ¿Absurdo? Quepa recordar que los biempensantes también decían que era absurdo que el 155 se aplicara algún día. Y miren. El panorama. A veces, las leyes traen resultados inesperados y un día nos despertamos para comprobar ojipláticos que a lo absurdo le encanta tomar cuerpo entre nosotros.

Más resultados inesperados hijos de estos tiempos interesantes. Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Tamames, que vivió setecientos años hasta que decidió presentar una moción de censura para hacerse con la silla de Absalón Sánchez («no había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta su coronilla no había en él defecto»). ¿Ven?

Mi respeto para Tamames, un excomunista que cree que presentarse a Presidente del Gobierno con casi 90 años y de la mano de un partido de extrema-derecha es una decisión coherente

Otra cosa que a mí en la facultad me dijeron que era absurda, una moción de censura. Eso en España nunca pasará, me dijeron. Sin embargo, hoy nos gobierna el fruto de una y quizá en breve, y merced a esos maestros del humor, full diversión, de Vox, nos gobernará el ajado y un tanto decrépito resultado de otra. Todo mi respeto para el señor Tamames, un excomunista que ha llegado a la conclusión de que presentarse a Presidente del Gobierno con casi 90 años y de la mano de un partido de extrema-derecha es una decisión coherente, aunque nada en la frase anterior tenga la más mínima coherencia.

Vivimos tiempos de Sofías y Tamames, que son como los de Zidanes y Pavones que se decía en el Madrid, pero con resultados bastante más extraños. Ese es el espíritu de la época: la extrañeza, la rareza, el que llegue un momento en el que uno ni entienda nada, ni ya, de puro agotamiento, desee hacerlo. ¿Modernidad líquida? ¡Ojalá!

Tiempos interesantes, les decía. ¿O no es interesante vivir un siglo en el que nos gobierna un presidente que nació un día que no existe, el 29 de febrero? El hombre sin cumpleaños que nos mira, que sonríe y que asiente satisfecho sabiendo mejor que nadie que, ya la alegre Infanta Sofía nos sorprenda con una crisis constitucional, ya el pretérito Tamames nos abochorne con un esperpento parlamentario, ya pase lo que Dios tenga a bien que pase, por muy inconcebible que resulte, él siempre ganará. Pues los hay que sufrimos los tiempos interesantes y los hay que nacieron para surfearlos hermosos, bellos y farsantes.

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