Luis Roldán y el caso Mediador

12 marzo 2023 19:40 | Actualizado a 13 marzo 2023 07:00
Martín Garrido Melero
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Hace casi un año que murió Luis Roldán, director general de la guardia civil con el gobierno del PSOE, muerte que pasó casi totalmente desapercibida en la opinión pública. Fue lo que en lenguaje castizo se diría «un chorizo de postín», y lo que, en lenguaje jurídico, se calificaría como un «exconvicto» (fue condenado a más de treinta años de los que cumplió quince). Algunas fotografías que se publicaron en su día recuerdan a las que están circulando ahora sobre el caso Mediador.

Luis Roldán dejó claro para todos que estar en un partido de izquierdas no era ninguna seguridad de ser más honesto que los «otros». Fue, como decimos, un chorizo de tomo y lomo, al que parece que a su vez también robaron. Los hechos por los que pasó a la historia, e incluso al cine, ocurrieron treinta años antes de su muerte. El PSOE perdió las elecciones poco tiempo después, salpicado por éste y otros cuantos escándalos financieros. Algunos afirmaron que fue el principio del declive del partido socialista y el fin de las ilusiones y fantasías revolucionarias.

Roldán no tenía ningún ‘glamur’, ni siquiera como personaje de ficción, pero al menos las cifras del delito eran importantes y los personajes que le rodeaban mostraban cierto misterio. Por el contrario, las historias del caso Mediador, porque hay varias que se entrecruzan, se caracterizan por lo cutre y lo mezquino.

Un general de división que oculta unos pocos miles de euros en el armario de su dormitorio, que tiene que completar su sueldo de jubilado con algún negocio extra y tener una excusa para estar con su supuesta amante. Un diputado que cuando la televisión le pregunta que como se encuentra pone cara de idiota y no se le ocurre más memez que decir que «tiene que encontrarse bien». Unos empresarios preocupados por emitir unas facturas legales por el pago de comisiones ilegales. Si hicieran una película, únicamente podría ser una comedia, y posiblemente bastante mala.

Roldán no tenía ningún ‘glamur’, ni siquiera como personaje de ficción, pero al menos las cifras del delito eran importantes y los personajes que le rodeaban mostraban cierto misterio

El caso Roldán daba para más que el actual caso Mediador, de la misma forma que no son comparables Felipe González y Pedro Sánchez como presidentes del Gobierno. Treinta años después hemos venido a menos y el caso Mediador puede ser el ejemplo más claro de nuestra época decadente en donde todo tiende a teñirse del color de los mediocre. Ni siquiera las historias que van saliendo del Rey (emérito), aunque algunas lleven unos cuantos ceros, se escapan de la más absoluta mediocridad; y eso es lo peor que se puede decir de un rey, porque los reyes cobran sentido con las grandes tragedias y no con los vodeviles.

Acabo de ver por televisión, mientras comía solo, una entrevista del periodista Risto Mejide a Marcos Antonio Navarro Tacoronte, que pasará a la historia como el intermediario del caso Mediador. Ahora el personaje central es el mediador, y no el general de división de la guardia civil, o el diputado en Cortes de las islas Canarias, o el «Chocho volador», y mucho menos los empresarios que se dejaron llevar o que querían que otros se dejaran llevar. Ese es el héroe o el villano, aunque más se parece a la cabra de la legión. Los demás son meros acompañantes en una agridulce función de pandereta.

Los medios de difusión han puesto de relieve que ciertos empresarios pagaban unas buenas comilonas y algunas diversiones complementarias a ciertos políticos y funcionarios que acudían a ellas. La pregunta es obvia: «¿Con esos gastos que se quería conseguir?»; o como preguntaba la juez instructora a uno de los investigados: «¿Le parece normal que le pagarán una cena sin más?».

Por el contrario, las historias del caso Mediador, porque hay varias que se entrecruzan, se caracterizan por lo cutre y lo mezquino

El Gobierno del Estado, afectado por la pertenencia política de muchos de los concurrentes, se ha adelantado a aclarar que hay que distinguir entre participar en una cena y cometer un delito (de corrupción), una aclaración que tiene más tufo de excusa no pedida que de otra cosa. La pregunta no es tanto que querían los que pagaban, que cualquier idiota vería que querían algo, aunque fuese simplemente tocar al poder, del tres al cuarto por otra parte; sino hasta qué punto y con que intensidad se prestaban a ello los homenajeados. El sumario ha puesto en evidencia que el agasajo era en la mayoría de los casos parte del pago de un servicio que se esperaba conseguir, aunque en muchos supuestos, fuese una expectativa que no se cumplió.

La historia del caso Mediador reúne todos los requisitos típicos de una escena cómica del siglo pasado, en plena etapa franquista y postfranquista, y también nos hace recordar al famoso delincuente director general de la Guardia Civil.

En realidad, ciertos defectos son más propias de la condición humana que de un sistema político, por muy democrático que se proponga. También el caso, reconozcámoslo, es más propio de una película de Torrente que de otra cosa, y motiva más la risa que el crujido de las vestiduras. Una España de Luces de Bohemia donde los personajes se disipan en los espejos cóncavos de unos lugares de alterne.

Hace unos días un comentarista político ligado al PSOE aseguraba que el caso es más grave que la red Gürtel, porque se encuentran involucrados diputados y funcionarios, y que desde luego tendrá sus consecuencias para el partido. Al igual que el caso Roldán, el caso Mediador será el principio del fin de una época, y los socialistas, como entonces, no saldrán bien parados. Me temo, no obstante, que los que tomen el relevo en un futuro próximo tendrán que cambiar muchas cosas si no quieren caer en los mismos defectos que ahora critican.

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