no se puede escribir

10 mayo 2023 19:00 | Actualizado a 11 mayo 2023 07:00
Martín Garrido Melero
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Hoy me he propuesto escribir sobre lo que no se puede escribir. Difícil tarea. ¿Será un reto imposible de superar? Ya veremos, les confieso que no las tengo todas conmigo, y más bien pienso que se van a perder ustedes el artículo o me lo voy a perder yo. Vamos, que no doy un duro de los de antes por el éxito del intento. La cuestión es más complicada de lo que parece, porque el tema no es únicamente que no se pueda escribir sobre algo, es que en la mayoría de los casos tampoco se puede hablar, al menos en alto.

Lo que no se puede escribir no forma parte de los libros, ni de las revistas, ni de los periódicos. Será algo que no habrá ocurrido y que no existirá, sobre todo, para las generaciones venideras. Quizás podamos verlo en los tiempos modernos en algunos whatsapps intercambiados entre las personas, pero aun así nos costará encontrarlo. Pero lo más sorprendente es que la mente humana cuando encuentra algo de lo que no se puede escribir, y tampoco hablar, tiende a eliminarlo de la cadena del pensamiento, es decir, que en el fondo tampoco se puede pensar.

No estoy hablando de que un periodista o un político se dedique a despotricar sobre esto y sobre lo otro en tal web, cadena o diario de opinión. No, en realidad, me interesa el común de los mortales, el ciudadano de a pie, como usted o como yo, que no se atreve a tratar ciertos temas y prefiere esquivarlos. Que no está bien visto hacerlo; porque, en el fondo, de eso se trata, de que ciertos temas no es que no se pueda escribir, hablar o pensar, sino que hay que hacerlo con una determinada posición. Vamos, que hay que estar con el Régimen, sea cual sea, y no complicarse la vida.

Lo que no se puede escribir no forma parte de los libros, ni de las revistas, ni de los periódicos. Será algo que no habrá ocurrido

Las dictaduras son los sistemas políticos más propicios a estas prohibiciones, son más explícitas, en el fondo mucho más sencillas, parece bastante claro (y más vale tenerlo) que hay temas que hay que olvidar. No obstante, sería muy iluso creer que en los llamados sistemas democráticos estamos exentos de ellas, si bien las cosas no son tan evidentes, especialmente porque el sistema proclama a todos los vientos la más absoluta libertad de expresión de las ideas.

Les podría indicar (aunque ustedes lo saben como yo) algunos temas sobre los que si se escribe hay que hacerlo de una determinada manera y cuidarse mucho de no desviarse de la línea oficial, pero no lo voy a hacer, porque simplemente citarlos sería una forma de ponerlos en cuestión. Y eso no se admite, o no se admite dentro de un determinado círculo social, profesional o político. Solo el bufón, el loco o el mendigo tienen veda para escribir de todo, aunque muchas veces el cómico tiene que medir el chiste y ajustarse a la moral social mayoritaria, y al mendigo te lo quitas del medio con una subvención de tres al cuarto.

De lo que no se puede escribir, se acaba no hablando, y hasta como les digo, ni pensando. Pero a veces tienes necesidad de comunicarlo a algún oyente pasajero. Eso sí, advirtiendo que eso no se puede decir, que queda entre nosotros, y hasta que se negará haberlo dicho si se plantea le cuestión.

De esto no se puede escribir, es decir, se puede, pero no se puede decir lo contrario de lo establecido. Sin embargo, el otro día, terminando de firmar un documento, una persona se desahogó diciendo lo que nadie quiere decir, ni siquiera pensar. Tierra trágame.

De lo que no se puede escribir, se acaba no hablando, y hasta como les digo, ni pensando. Pero a veces necesitas comunicarlo

De aquello otro tampoco se puede escribir, es decir, se puede, pero ya saben. También el otro día, aprovechando el secreto profesional al que me debo, un matrimonio me dijo lo que pensaban de aquello, con la sensación de que era lo que pensaban otras muchas personas.

Hablar de lo que no se puede escribir tiene su morbo. Es como recuperar la libertad perdida por un instante, aun sabiendo que lo declarado entre visillos quedará en la penumbra y no pasará a la historia. Hablar de lo que no se puede escribir es un acto íntimo que en cierta forma convierte a los interlocutores en cofrades, en conocedores de que las cosas no son necesariamente como se escriben o se hablan en un foro abierto al público. Que hay, o al menos es posible, otra manera de pensar realmente diferente a la supuestamente general y admitida aparentemente por todos.

Hay casos sobre los que no se puede escribir, ni siquiera mencionar, y mucho menos disentir, que luego quedan libres de cadenas. Entre nosotros tenemos ejemplos muy claros de lo que les digo. El Rey (emérito) fue durante años un tema tabú para todos; solo en los últimos años ha quedado desvelado y de qué forma; y hoy todo el mundo le da por escribir, hablar o pensar sobre el más nimio detalle de la vida de su Majestad. Algo parecido ha ocurrido con Pujol y su familia y una determinada clase dirigente, que se consideraron intocables durante décadas.

Un buen escritor es aquel que escribe de lo que todo el mundo piensa, pero no es capaz de expresar. Un buen político es aquel que indaga en lo que no se puede escribir, pero se habla aquí y allá en pequeños susurros, percibiendo que tras la aparente realidad hay otra subyacente, que puede ser muy distinta, y que en un momento futuro puede salir a la luz y desplazar a todo lo anterior.

Misión cumplida. Aunque ustedes dirán si he escrito de lo que no se puede escribir.

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