Ucrania: la guerra que nunca debió comenzar

La guerra fue, es y será un desastre y un disparate humano. No aprendemos. Tenemos que exigir un alto el fuego inmediato

28 junio 2022 09:49 | Actualizado a 28 junio 2022 09:52
Carlos Iaquinandi
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El conflicto bélico que afronta Europa no era inevitable. Había múltiples señales que advertían el riesgo. Recordemos que a partir del derrumbe de la URSS (1991) hubo una serie de acciones del llamado ‘mundo occidental’ para ‘ahogar’ las fronteras rusas. Este proceso se profundizó a partir del 2014, cuando una revuelta en Ucrania alentada por EEUU determinó un cambio de gobierno, rompiendo el equilibrio entre dos identidades nacionales que hasta entonces habían convivido. Controló el poder el nacionalismo ucraniano dominante en la parte occidental. A partir de allí, se sucedieron los conflictos. Uno de ellos, en la región del Dombás, dejó 14.000 víctimas. El diario alemán Bild consignó que Academi, una empresa militar privada norteamericana, formó mercenarios para respaldar al nuevo gobierno en Kiev. La población de Crimea, de mayoría rusófila, tras un cuestionado referéndum, decidió integrarse en Rusia. Estos y otros muchos acontecimientos fueron acumulando tensión. Así hemos llegado a esta encrucijada donde los gobiernos europeos han ignorado todas las señales de lo que podía suceder.

Pero hagamos un poco de historia. En los años 58 y 59 EEUU colocó ojivas nucleares en Turquía e Italia con capacidad de llegar a la entonces URSS. Cuando la revolución cubana derrocó a la tiranía de Batista, EEUU inició un bloqueo económico y alentó incursiones armadas contra el nuevo gobierno. En 1962, la URSS decidió entregar a Cuba misiles de alcance intermedio que teóricamente podían llegar a territorio norteamericano. En aquel momento se estuvo al borde de una guerra. Pero finalmente se negoció la situación y los barcos rusos volvieron a sus puertos. Ahora se daba la situación inversa, Rusia pasaba a tener fronteras con países que potencialmente podían atacarle. Y en diciembre pasado advirtió que no toleraría esa situación y que respondería militarmente. Europa, impasible.

Ya en el 2019, el Papa Francisco en la entrevista concedida a Jordi Evole, admitía que «el sistema económico que domina el mundo, el capitalismo, es el que provoca esta pobreza existente». Añadía que «cada vez hay menos ricos con mucha plata y cada vez hay más pobres con muy poca». Y en la misma entrevista, el Papa apunta: «Esto crea guerras por la posesión de las riquezas». Y anticipa –esto en 2019– que «estamos en una tercera guerra mundial a pedacitos».

Rafael Poch-de-Feliu, 35 años corresponsal internacional en Eurasia, nos dice que «en esta guerra no hay parte inocente», aunque «Rusia se lleva la máxima condena por haber desencadenado la invasión en febrero». Pero añade algo que considero muy importante, que «se silencian por completo los antecedentes: más de 25 años ignorando los intereses de seguridad de Rusia y construyendo un esquema de seguridad europeo sin Rusia y contra Rusia». Esta falta de información y de análisis, lógicamente forma opinión. Pero lamentablemente una opinión que no contempla el interés de los europeos, ni de los pueblos, sino el de una potencia que sigue aspirando a ser hegemónica en el nuevo reparto de influencias mundial, Estados Unidos. O sea, el único país que ha utilizado armas nucleares y que arrasó dos poblaciones civiles indefensas. Un estado que impulsó dictaduras sangrientas en Latinoamérica y diversas regiones del planeta, y que apoya la ocupación de los territorios palestinos. Un país que en las Naciones Unidas tuvo el rechazo de 184 países por sus sanciones económicas aplicadas a Cuba desde 1964. Solo votaron a favor el propio representante de EEUU y el de su socio, Israel.

Fue el propio Biden quien advirtió reiteradamente que Rusia preparaba un avance sobre Ucrania. Pero Europa, que en definitiva es el territorio que sufriría los efectos de una guerra, dejó pasar la oportunidad de actuar de modo independiente y exigir una negociación de partes. Cedió su protagonismo a la OTAN, que es una herramienta militar, dirigida por EEUU. Y colaboró con el envío de tanques, cañones y material bélico por millones de dólares. Este formidable esfuerzo europeo para destruir podría haber servido para reducir las profundas desigualdades sociales. Pero el efecto será exactamente el contrario.

En cuanto a la guerra, es muy probable que Rusia salga debilitada. Putin se equivocó, o lo impulsaron a equivocarse. Será difícil que mejore la situación de sus fronteras y gran parte de la población ucraniana aumentará su rechazo tras el conflicto bélico. O sea, todo lo contrario de lo que pretendía. Para la humanidad, estratégicamente representa un desequilibrio que aumenta los riesgos para la paz. El historiador Chris Clark recuerda que «en 1914, ningún líder europeo estaba loco, ninguno quería una guerra mundial que matara a veinte millones de personas, pero juntos la iniciaron. Y en el momento del Tratado de Versalles ninguno de ellos quería otra guerra mundial que mataría a sesenta millones de personas, pero todos juntos armaron la máquina infernal que nos llevaría a ella de todos modos».

Y en un momento tan crítico de la tensión internacional, España asume ser la sede de una reunión de la OTAN. La industria armamentística se prepara para incrementar aún más sus ganancias. Eso tendrá un coste económico para los pueblos, heridos, muertos, destrucción de ciudades e infraestructuras y afectará el suministro de energía y alimentos. La guerra fue, es y será un desastre y un disparate humano. No aprendemos.

Ya en su primera encíclica en el 2015, el Papa Francisco urgía a los políticos a «liberarse de los poderes económicos y gobernar a favor de la gente y de la tierra». Y se preguntaba: «¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario?».

Esta columna no pretende ganar simpatía para un bando o para otro. Tenemos que exigir un alto el fuego inmediato, y una negociación para una salida pacífica. Como se hizo en el 62 y en otras muchas oportunidades. Nuestro ‘bando’ es el de nuestros hijos y nuestros nietos. No podemos ser indiferentes.

Fundador del Centro Latinoamericano de Reus, miembro de diversas plataformas sociales, coordinador de la Agencia SERPAL (Servicio de Prensa Alternativa) y colaborador de diversos mediosde comunicación internacionales.

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