La científica de la evolución de las especies

Sandra Álvarez-Carretero (Reus, 29 años) es bióloga computacional. Utiliza métodos bayesianos de estadística para acotar los periodos de la vida en la Tierra y busca a LUCA, el primer ancestro común

04 febrero 2023 11:51 | Actualizado a 05 febrero 2023 20:00
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Sandra Álvarez-Carretero (Reus, 29 años) ha llegado a Bristol para buscar a LUCA, aunque no se sepa muy bien quién o qué es. Así se llama el último antepasado común universal, LUCA, que responde a las siglas en inglés (last universal common ancestor) de un organismo que tiene que existir pero que aún está lleno de enigmas y preguntas. «No se sabe bien qué es, qué forma tiene, ni en qué entorno está. Hablamos del origen de la vida, del organismo del que procedemos todos. Todos estamos intentando saberlo, para saber qué había en ese ambiente que permitió que esa especie se creara y evolucionara», cuenta, como científica que aporta su granito de arena en esa búsqueda del rastro común.

La magna empresa es un reto histórico de la ciencia. Sandra, con experiencia en el análisis genómico de la evolución de las especies, deberá arrojar luz. «Con datos moleculares voy a intentar inferir en qué momento esta especie apareció en la Tierra», relata, habituada a indagar en esa suerte de inabarcables árboles genealógicos de los seres vivos. Esta reusense, graduada en Bioquímica y Biología Molecular por la URV, es bióloga computacional. Su trabajo está frente al ordenador y se ubica en la última fase del proceso. «Lo que hago es computacional. Desarrollo herramientas basadas en el método bayesiano para inferir cuán cerca, evolutivamente hablando, están las especies», explica.

ADN, fósiles y mamíferos

Datos moleculares, procedentes de ADN, pero también información morfológica extraída de huesos o tejidos, tanto de animales vivos como muertos –incluso extinguidos–, son procesados para luego establecer líneas de tiempo y lanzar hipótesis. El análisis sirve para dar escenarios pero nunca números exactos. «Damos un margen, un intervalo de confianza, no decimos que algo sucedió hace cuatro millones de años», cuenta.

Un ejemplo reciente es un informe publicado en Nature en el que ella fue la investigadora principal. El estudio da nuevos datos sobre la cronología evolutiva de los mamíferos modernos. Todo partía de un debate controvertido en la academia. ¿En qué punto de la historia comenzaron a divergir? ¿Antes o después del llamado K-Pg, el suceso que acabó con la extinción de los dinosaurios por el meteorito? «Los hallazgos confirmaron que los antepasados de los grupos de mamíferos placentarios modernos son posteriores a la extinción del K-Pg que ocurrió hace 66 millones de años, resolviendo así la gran polémica», cuenta Sandra.

Usa la informática para avanzar en la evolución de las especies. Ahora busca al primer ancestro

En ese conjunto de especies, donde se incluyen los humanos, figuran grupos tan dispares como primates, roedores, cetáceos o murciélagos. Esta científica contribuye a la ciencia, siempre con paso firme y modestia. «Me gusta recalcar siempre que todo lo que sacamos son hipótesis en función de los datos que tenemos. Puede que en cinco o diez años haya mejor información o modelos evolutivos más precisos y entonces varíe. Cuanto más evolucione la tecnología, mejor. Pero es la manera que tenemos de ir avanzando en ciencia», explica ella. Es metódica y rigurosa hasta la obsesión en ese estudio de miles de datos: «La gente a veces no es consciente de que detrás de un informe de cuatro o cinco páginas hay muchísimas horas. En el estudio de los mamíferos hemos estados cuatro años. Estoy chequeando los datos siempre. Es comprobar y comprobar, utilizar la creatividad para ponerlos a prueba y así minimizar errores».

Extinción y predicciones

Su labor tiene una aplicación práctica, más allá de esa aportación al torrente de hallazgos evolutivos. Saber cuándo un ancestro habitó la Tierra es un punto de partida. «A partir de estas filogenias datadas, los que investigan eventos geológicos o especies que están a punto de extinguirse pueden hacer uso de estas aproximaciones, por ejemplo para hacer predicciones de recuperación de especies, para prever cuándo puede pasar algo vinculado a un determinado ser vivo», añade.

«Buscamos a LUCA, el último antepasado común universal. No sabemos bien qué es pero de ese organismo venimos todos»

Pero su contribución va más allá y abre la puerta incluso a investigaciones más puramente darwinianas, ligadas a cómo funciona la selección natural. «Cuando tenemos una filogenia estimada basada en datos moleculares, se pueden hacer test de selección positiva y estudiar qué ha pasado con determinados tipos de genes», cuenta Sandra, satisfecha y feliz por su trabajo hecho hasta ahora, lleno de renuncias. «Me lo paso bien, me pagan por algo que disfruto y soy afortunada por poder decir eso», concede, a pesar de admitir la dureza y los sinsabores de la carrera académica. «Siento orgullo por estar aportando. Vamos publicando y el conocimiento suma y sigue. Hay mucha competencia en mi campo. Quiero seguir en la academia mucho tiempo, aunque sea sacrificado, y no planteo irme a la empresa privada», cuenta ella, que se pone por delante un desafío: «Me gustaría mejorar en la balanza entre la vida de trabajo y la personal. Quiero mayor equilibrio».

Apasionada de las matemáticas desde pequeña, de los idiomas y de la resolución de problemas, le acabaron seduciendo las clases en la URV del profesor Gerard Pujadas sobre estructura de proteínas y quimioinformática. Eso la encaminó a la programación para acabar viajando al pasado y saber qué pasó con un pez o un mamífero. O para descubrir animales: «Me hizo gracia trabajar con los huargos, esas especies que aparecen en Juego de Tronos. Pensé que eran ficticios pero no. ¡Existieron!».

Talento joven de Reus a Inglaterra

Nació en Reus hace 29 años. Estudió en la Escola Pare Manyanet y en Sant Josep. Se graduó en Bioquímica y Biología Molecular en la URV. Se doctoró en Biología Computacional en la Universidad Queen Mary de Londres. Forma parte de la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido, un colectivo que difunde y comparte sus experiencias personales y profesionales como investigadores. Se acaba de desplazar de Londres a Bristol, donde inicia en su universidad un nuevo proyecto que alargará su estancia en el extranjero.

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