El catedrático de la URV tras el virus: «El origen se ha resuelto»

Ciencia. Tras dos años de análisis genético del SARS-CoV-2, el doctor Antoni Romeu halla en el genoma humano una de las claves: «La procedencia es animal pero había un eslabón perdido»

06 agosto 2022 20:02 | Actualizado a 07 agosto 2022 17:22
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La pandemia cogió a Antoni Romeu jubilado de sus múltiples quehaceres, desde la docencia en la URV como Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular, a su gestión, como director del Departament de bioquímica o coordinador del máster universitario en genética, física y química forense. Eso fue lo último que hizo, en 2019, y precisamente esa vertiente le ha valido para enfrascarse luego dos años y medio, a veces de forma enfermiza, en los entresijos genómicos del SARS-CoV-2.

«Estaba en mi casa de Cornudella de Montsant, en el confinamiento. ¿Qué podía hacer? Me puse en marcha, con mi ordenador y el acceso a las bases de datos, para abordar el virus desde una perspectiva bioinformática». Ahora le dedica alrededor de tres horas al día, pero al inicio fueron más. «Me he llegado a levantar a las cinco de la mañana y me iba a dormir tarde. Mi mujer me decía: ‘déjalo ya, que estás jubilado’. Quizás si no lo hubiera estado no me podría haber dedicado a esto».

«El SARS-CoV-2 tuvo un golpe de suerte pero es algo que puede volver a pasar con más virus», afirma Romeu

Romeu se puso el chip de perito forense. Calcula que en este tiempo ha analizado 500.000 genomas y dos millones de secuencias de proteínas, todo ello para indagar en el origen del virus, incluso considerando la opción de que fuera de laboratorio. «Faltó mucha transparencia en las investigaciones en Wuhan, claro, pero luego la ciencia ha hecho su papel, siendo transparente desde el minuto 1, publicando todos los genomas secuenciados, siempre de acceso público», remarca. En la base de datos Gisaid, clave en su búsqueda, había seis millones de genomas de SARS-CoV-2. Ahora son 11. Con programas informáticos diseñados por él, fue analizando y comparando, revisando bibliografía, y publicando artículos.

Un patrón poco habitual

Había que responder dos preguntas básicas: ¿tenía el virus origen animal? ¿Y dónde está la clave de su éxito? Romeu, en colaboración con otro profesor de la URV, Enric Ollé, ha estado detrás de lo que llamaban el eslabón perdido. «Una característica del SARS-CoV-2 es que tiene una región positiva en su proteína S, que facilita enormemente la infección y la propagación del virus. Técnicamente esa región positiva se llama ‘sitio polibásico de escisión de furina’».

«En esa región de la proteína S hay dos elementos llamados arginina (el símbolo es una R) que están seguidos», explica Romeu, que añade: «La atención debe centrarse principalmente en el origen de la secuencia única CGG-CGG que codifica una parte esencial del sitio de furina del SARS-CoV-2».

Es decir, el enigma hasta hace poco, según el profesor Romeu, era haber encontrado un patrón muy poco común en los virus pero sí habitual en el genoma humano: «Eso nos hacía sospechar».

Su último artículo clarifica la cuestión. «No hemos llegado al final de la investigación pero para mí el origen ya está resuelto». Hubo un punto de inflexión. «Lo que motiva el cambio de paradigma es que un grupo de investigación del Instituto Pasteur descubre en 2021 en Laos el Banal 52, un virus muy similar al genoma del SARS-CoV-2», expone Romeu.

«El propio humano, con su genoma, es donador de un fragmento que es clave para la infecciosidad», sostiene el investigador

Ese Banal 52, que se podría considerar predecesor, no disponía del sitio de furina pero sí tenía capacidad de entrar en las células. Romeu se puso a investigar y encontró «coincidencias espectaculares» para concluir: «Es posible que un progenitor del SARS-CoV-2, que podría ser el Banal 52, haya saltado al hombre y haya adquirido ese sitio de furina durante los primeros pasos de la infección».

O lo que es lo mismo: «El propio humano, con su genoma, es donador de ese fragmento clave para la infecciosidad». Este investigador reusense ha resuelto, al menos, un misterio: ese material no vírico que tenía el coronavirus y que tantos quebraderos de cabeza le daba ha sido proporcionado por el ser humano en un proceso de recombinación: «Ahora estamos viendo que el virus, en sus diversas mutaciones, está borrando ese origen no vírico, lo que hará mucho más difícil seguir la pista».

«El SARS-CoV-2 ha tenido un golpe de suerte –sigue Romeu–. Sin ese componente del genoma humano no habría tenido barra libre para entrar en la célula». Ese azar afortunado no evita que haya que «estar vigilantes»: «En la medida en que interactuemos con animales exóticos, está claro que puede volver a pasar».

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