Unas setenta personas han participado este sábado por la mañana en una caminata para recordar y poner en valor la huerta de Tarragona. A mediados del siglo XIX el regadío llegó a la zona del río Francolí y permitió el desarrollo del campesinado.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX la presión urbana por el crecimiento de la ciudad y las infraestructuras y el desarrollo de actividades industriales han hecho que este espacio haya pasado de más de 650 hectáreas de suelo cultivable a tan sólo 125, la mayoría de las cuales están abandonadas.
De hecho, en activo sólo quedan «cinco o seis productores» y sólo uno se dedica a ello profesionalmente, ha explicado Josep Maria Huguet, presidente de la Comunitat de Regants de les Hortes de Tarragona.
La cooperativa L’Escamot, en el marco del programa de Comunalitats Urbanes financiado por el Departament de Treball, ha organizado la actividad, de unos seis kilómetros de recorrido. «El espacio tiene una importancia a nivel patrimonial, ecológico e histórico, brutal», ha comentado Lluís Delclòs, miembro del Escamot.
Delclòs ha destacado que «todavía hay gente que vive y trabaja» y también que gestionan la infraestructura de la Comunitat de Regants de las Hortes de Tarragona. Una entidad que si bien había llegado a superar a los 150 miembros ahora apenas llega a los 50.
El agua que gestionan procede de una mina construida hace 162 años y que obtiene el recurso de cerca del Morell y en una canalización de siete kilómetros la reparte por el terreno. También se hicieron más de un centenar de pozos, en muchos casos separados 20 o 25 metros el uno del otro.
«Este solo tiene un potencial agrícola todavía fuerte, pero no se le quita jugo», apuntó Delclòs.