'A Tony Urbano le gustaba ir a pescar con unos bocatas y unas cervezas'

Anna Bertran, viuda del músico tarraconense, nos cuenta cómo era el bajista de Leño: desde su infancia en la calle Sevilla hasta su etapa de camarero en Bellvei

19 mayo 2017 15:55 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:18
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Tony Urbano era muy buena gente. Si le pedías un favor movía cielo y tierra para hacértelo. No podía ver a nadie sufrir. En el maletero del coche llevaba una vez un microondas que le había comprado a un hombre que vendía cosas en la calle», recuerda Anna Bertran, viuda del que fuera bajista de Leño, el grupo que cambió la historia del rock en España a principios de los años ochenta.

El músico tarraconense, fallecido en agosto de 2014, se crió en la calle Sevilla. Fue un niño responsable. Sus padres trabajaban y él se encargaba de atender a su hermana pequeña e ir a la compra cuando era necesario. El colegio se le daba peor, no era un buen estudiante. Iba a clases de repaso a una academia en la plaza Corsini.

Anna y Tony eran de la misma pandilla de amigos. Se conocieron con sólo 12 años. «Parecía un chico tímido, muy correcto, pero en realidad era muy divertido y chistoso». La llevaba en moto a ver los ensayos de un grupo de hippys en un local en el camino del Loreto. «Me gustaba el cantante», recuerda.

Ramiro Penas, batería de Leño, era de la misma panda. Vivía en la calle Gasòmetre. «Su padre trabajaba en la Beneficencia y muchos domingos íbamos allí a jugar con los niños», dice Anna.

La amistad de Tony y Ramiro fue fraternal. Pasaron juntos por todas la etapas de sus vidas. Yjuntos se iniciaron en la música. Tony convenció a su padre con 14 años para que le comprara una guitarra... y salió de la tienda con una bajo, que le había gustado más. Ramiro gastó su sueldo de electricista en una batería. Ensayaban en un local de la calle Doctor Zamenhof.

«Recuerdo el día que Tony me dijo que se iban a Madrid de gira con el cantante estadounidense Paul Sebastian.Le pregunté que cuándo volvían y me dijo que se quedaban allí. Me enfadé mucho», cuenta Anna. Entonces no era novios todavía.

A Madrid con 17 años

Tony y Ramiro salieron de Tarragona con otros dos músicos de la ciudad. Tenían 17 años. «Perdimos la relación aunque nos escribíamos mucho –aún conserva las cartas–. Cuando venía a Tarragona iba siempre a verme. En el trabajo me decían: ‘Abajo te espera un chico muy raro’. Tony tenía una melena rubia».

Urbano se libró de la mili porque de joven le habían detectado una anomalía en un pulmón. «Decía que gracias eso había entrado en Leño». Se incorporó a la banda en 1979 (Ramiro había entrado un año antes) para sustituir al bajista Chiqui Mariscal, que dejó a medias la grabación del primer disco homónimo del grupo. Tony sólo participó en un tema de ese álbum, El tren.

Urbano, Penas y el madrileño Rosendo Mercado formaron uno de los tríos más importantes e influyentes de la historia del rock español. Sólo publicaron tres discos de estudio y uno en directo –en 2006 también se editó Vivo’83–. Se disolvieron en 1983, en la cúspide de su carrera. En 2010 volvieron a juntarse para dar un pequeño concierto sorpresa de cinco canciones en la Sala Caracol de Madrid con motivo de la presentación del CD tributo Bajo la corteza.

«No se separaron porque hubiera mal rollo entre ellos, de hecho siguieron siendo amigos, pero perdieron la chispa y prefirieron dejarlo», relata Anna.

Tony volvió a Tarragona y fue entonces cuando surgió el amor. «Nos encontramos de casualidad por la calle y empezamos a quedar». La historia acabó en boda. «Era un hombre muy detallista. Le gustaban mucho los animales y cada vez que salía a pasear al perro me traía flores del campo. Y un San Valentín me pintó por sorpresa la luna de Pink Floyd en una puerta de casa».

Era también un apasionado de la pesca. «Le encantaba ir a la Punta de la Mora o a la playa de La Pineda a pescar y pasar el día con unos bocatas y unas cervezas. En un viaje que hicimos a Tenerife alquiló una barca, y a Ramiro y su mujer les compró unas cañas de pescar cuando se casaron».

No tuvo hijos, pero era muy niñero. A sus sobrinos les solía regalar instrumentos. Tres de ellos han seguido sus pasos: Adrià Bertran es cantante y guitarrista de Crim, Simon Palou es bajista de Groggy Rude y Sergi Bertran es bajista de The Gundown.

En su vuelta a Tarragona, Tony continuó probando suerte en la música. Compuso temas pero no calaron en las discográficas. «Sonaban más a The Clash que a Leño. Era muy abierto musicalmente, le gustaban Peter Gabriel, Phil Collins, ZZ Top o Red Hot Chili Peppers».

Trabajó en un bar de Bellvei y en la cristalera de L’Arboç –en el área de mantenimiento–. Pero nunca dejó la música. Alquiló un box en El Vendrell para tocar el teclado en sus ratos libres y colaboraba con todos los grupos locales que se lo pedían. Fue productor de Números Rojos, Presidents, Té Verde o La Voz de los Nadie.

Siguió metido en proyectos cuando le detectaron cáncer. Falleció el 27 de agosto de 2014 en el hospital de Reus. Tenía 58 años. «Intentó aprovechar al máximo sus últimos días. No sufrió, hasta en eso fue discreto», rememora su viuda.

Este sábado recibirá un merecido homenaje con la celebración del primer Festival Tony Urbano en la Tarraco Arena Plaça. El cartel está encabezado por tres nombres míticos de la historia del rock nacional: Asfalto, Burning y El Drogas. Y se completa con dos bandas tarraconenses: Maneras de vivir (tributo a Leño) y John Cor (vencedor de un concurso de grupo locales). El 14 de marzo de 2015, la Capsa de Música de Tarragona ya acogió un concierto en su memoria.

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