Amor y diálogo, esenciales desde la cuna

Son dos de las cinco necesidades básicas para nuestros hijos. Son esenciales y vitales para crecer emocionalmente sanos

19 mayo 2017 16:40 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:40
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¿Sabemos lo que necesitan nuestros hijos para convertirse en adultos sanos emocionalmente? El amor, la libertad de expresión, la seguridad emocional, la autonomía y la autoestima son sus necesidades primarias.

Querer a nuestros hijos y que ellos reciban este amor, no siempre se consigue. «Esto nos cuesta de entender. Hay niños que piensan que sus padres no comparten con ellos el tiempo suficiente. Como padres sabemos que queremos a nuestros hijos pero podemos no trasmitir la importancia de esta emoción a los pequeños», afirma la psicóloga sanitaria, psicoterapeuta, y sexóloga Sònia Navarro.

Miedo. Es lo que sentimos en ocasiones cuando tenemos que expresar amor. En los oídos nos retumba la idea de que «nos tomará el pelo o que nos engañará». «Creer estos comentarios nos impide ver que el niño pide lo que necesita. A veces puede ser un abrazo, en otro momento un juguete, etc. Conseguirlo no significa que nos tome el pelo», destaca la psicoterapeuta. Y con esta idea metida en la cabeza Sònia Navarros nos ‘riñe’ a los padres. «Desde esta idea a veces decimos que no a cosas que los hijos necesitan», afirma.

Cuidado. El amor no puede convertirse en una recompensa. «Si no haces lo que te digo no te querré. No podemos cometer este error, porque generaremos una sensación de amor inseguro», afirma la psicóloga sanitaria.

Contacto desde el respecto. Abrazar, acariciar, besar,… a nuestros hijos es importante. Pero Sònia Navarro nos recuerda que «debemos hacerlo respetando su opinión, si quieren o no quieren». «Si respetamos su ritmo les demostraremos que les estamos escuchando», afirma.

¿Qué nos dicen?

Nuestros hijos nos tocan la cara o directamente nos reprochan que no les escuchamos. Paremos y reflexionemos. «Los niños conectan mucho con las emociones y se dan cuenta cuando les engañamos. Cuando decimos que les escuchamos y no lo hacemos», explica la psicóloga.

Valorarnos como padres. «No digas, no hagas, hazlo así, yo lo haría de otra manera…». Nos invaden las opiniones externas. «No debemos supeditar lo que nuestro hijo necesita a nuestra imagen como padre o madre desde nuestro entorno», advierte la experta y añade que «si lo supeditamos nos olvidamos del niño».

Libertad de expresión

Validar las emociones negativas y positivas. «El niño cae y enseguida le decimos que no se ha hecho nada. Si negamos una cosa que le ha pasado le estamos diciendo que no puede expresarse. Lo mejor es explicar lo ocurrido y validar lo que siente», nos aconseja Sònia Navarro.

Reconocer las emociones y mirar hacia a otro lado como si no existieran. Así restringimos la libertad de expresión. «Pensará que no puede expresar sus emociones y cuando llegará a la adolescencia nos encontraremos o con la gran pataleta de un adolescente rebelde o con el niño bueno que nunca dice lo que quiere, que es conformista. No sabrá qué quiere porque no sabe qué siente», explica la psicoterapeuta.

El niño bueno es cómodo, está bien visto y valorado. Pero la otra cara de la moneda, según Sònia Navarro, es que «no sabe poner nombre a las emociones y está entrenado para olvidarse de ellas y de él mismo».

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