«Desde niños nos dijeron que no teníamos que ensuciarnos y eso se queda allí, pero una vez que lo superas, todo es disfrutar», cuenta Joan Vives, de L’Hort de la Sínia, la finca de agricultura ecológica dentro de la cual ha ubicado el Espai de Benestar.
Vives se refiere al tratamiento estrella del ‘biospa’, unos baños de barro en que los usuarios pueden embarrarse todo cuanto quieran, siempre en pequeños grupos (hasta 5 personas) con la pareja o con los amigos. Pueden comenzar pintándose con pincel y terminar revolcándose del todo y secándose al sol como los elefantes. Al final el barro se retira en una pila de agua a temperatura ambiente. El tratamiento no sólo dejará una piel estupenda por el peeling que se hace durante el proceso, sino que se supone que tiene propiedades antiinflamatorias y ayuda a superar el calor.
Es una idea sencilla, apegada a la naturaleza, como todas las del centro donde, no obstante, todo está pensado al detalle. El pequeño complejo, que incorpora un jardín de plantas aromáticas, gira en torno a un pequeño lago que, a su vez, está rodeado de materiales de diferentes texturas para pasar por él caminando en una experiencia sensorial.
Además de los baños de barro, los otros tratamientos que se ofrecen son los baños de plantas aromáticas cultivadas la propia finca, baños de pies y la sauna (más recomendada para el invierno, claro está).
La idea es hacer solo un tratamiento cada vez para que el cuerpo obtenga todos los beneficios y además poder ser consciente de la experiencia.
Después se pasa a una zona arbolada con hamacas. Es el momento de relajarse y abrir los ojos. ¿Hace cuánto que no veía una libélula? y los oídos ¿ese sonido es un río cercano o el chocar de las hojas con el viento? Si se desea, el tratamiento se puede completar con un masaje en la tienda mongol.
Bioconstrucción
Una de las peculiaridades del espacio es que se ha hecho un gran esfuerzo para que todo cumpla unos estándares ecológicos. Por ejemplo: todos los materiales son orgánicos y se ocuparon del diseño alumnos del máster de bioconstrucción de Barcelona. Además, todo está adaptado para personas con movilidad reducida, puesto que les asesoró un arquitecto en silla de ruedas.
También han estado en contacto, desde el principio, con distintas entidades de Tarragona, como la fundación Aprodisca, entidad que atiende a personas con discapacidad y que colabora con el espacio. Tienen, además, convenios con Cruz Roja, por ejemplo, para que personas mayores reciban aquí tratamiento.
Justo cuando terminamos el recorrido llegan tres jóvenes de Bilbao que han contratado un tratamiento porque una amiga de Salou les dijo que no podían perdérselo. Cuando ellas entran se acaba nuestra visita. Aquí la privacidad también se cuida como oro en paño.