Caminando sobre glaciares

Los viajeros Helena Fraga y Xavier Correig han conocido a los inuit, navegado en kayak entre icebergs y vivido experiencias ‘muy emocionantes'

04 septiembre 2017 11:24 | Actualizado a 04 septiembre 2017 11:42
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Helena Fraga y Xavier Correig han caminado sobre glaciares, observado el paso de icebergs desde la playa, navegado en kayak entre icebergs, convivido con los inuit, contemplado una grandiosa multitud de especies de aves... Y mil cosas más. Han vivido experiencias que califican sin dudarlo de «emocionantes». Una palabra que resume el viaje que han realizado este verano y que les ha llevado a la desconocida Groenlandia.

Partieron a finales de julio. Él es catedrático de ingeniería electrónica. Ella, geóloga de formación, aunque nunca ha ejercido profesionalmente como tal. Ambos trabajan en la URV. Y siempre se han sentido atraídos por los países nórdicos. Más todavía por Groenlandia, que les intrigaba aún más precisamente por ser uno de los más desconocidos. «Sabíamos que más del 80% de la isla está ocupada por el inlandsis, una enorme capa de hielo que en algunos sitios puede llegar a tener más de 3.000 metros de grosor. Pero casi no conocíamos nada más», explican. Les entusiasmaba la idea de poder visitar un país como este, de naturaleza casi virgen. «Y, sobre todo, de ver glaciares e icebergs», añaden.

Groenlandia es un país sin carreteras más allá de las conexiones del interior de las ciudades. «Los desplazamientos únicamente pueden hacerse por vía aérea o marítima», cuentan. No es fácil ir por libre. Así que eligieron un viaje organizado por una de las pocas agencias que opera en este país. Se desplazaban de un lugar a otro en una Zodiac. Eran las doce personas del grupo, el guía, el piloto y las maletas. Pero matizan: «Esto se puede hacer durante el verano, cuando la temperatura no acostumbra a bajar de los cero grados y cuando sale el sol puede llegar a quince». Y es que en invierno, en la capital del país, Nuuk, pueden llegar hasta los veinte bajo cero.

Xavier y Helena conocieron a los inuit y compartieron vivencias con ellos. «Son los pobladores de Groenlandia desde hace miles de años. Convivieron con los vikingos procedentes del norte del continente durante 500 años», recuerdan. «Los antepasados de los actuales inuit eran unos extraordinarios cazadores encima de los kayak, embarcación que debe su nombre a su lengua», afirman. Explican que son de poca altura, brunos de cabello y de complexión fuerte. Todavía hoy se dedican a la caza, «aunque cubren sus necesidades a través de subvenciones oficiales de Dinamarca», añaden.

Utilizan armas para cazar focas y defenderse de los osos polares

Excepto en la capital, que tiene 17.000 habitantes y por lo tanto más servicios, la pareja de viajeros relata que cada ciudad tiene una escuela, un hospital, una estación de policía y uno o dos supermercados, que abastecen a sus habitantes alimentos, ropa, electrodomésticos e incluso armas. «Las armas son necesarias para cazar focas y para defenderse de los osos polares que aparecen de forma esporádica cerca de la ciudad», puntualizan Xavier y Helena.

Lo que más les ha impactado es la forma de vida de los inuit hasta hace muy pocos años. «Vivían de la caza y durante el invierno residían en construcciones hechas de ladrillos de barro muy compactado, con cubiertas formadas por huesos de ballena y pieles de foca», señalan. Y añaden: «No tenían luz. Como mucho, podían iluminarse quemando grasa de foca». Según relatan, en un espacio de solo veinte metros cuadrados podían vivir una quincena de personas. No salían demasiado, ya que allí muchos meses es de noche. No tenían madera para quemar, ya que no hay árboles. Solo algunos troncos. «Al llegar el verano, salían de casa, quitaban el techo y dejaban que la lluvia limpiara el habitáculo. Eran nómadas. Tenían una vida muy dura», explican. De hecho, apuntan, «las personas mayores, a veces, en épocas de escasez, abandonaban la casa por la noche para dejarse morir de frío o en manos de algún oso, y así ahorrar una boca a la familia». Pero las cosas han cambiado, y muy deprisa. «Ahora, casi de repente, han pasado de vivir en estas condiciones a tener teléfono móvil con internet». Un cambio de vida espectacular que les ha llamado mucho la atención.

Groenlandia es un país sin carreteras. Se desplazan por mar o por aire

Estos reusenses han recorrido durante días este país donde no se puede cultivar nada. Solo un poco de hierba. Tampoco hay industria. Los productos del supermercado llegan en avión desde Dinamarca. Según explican, sus habitantes viven en casas de madera de muchos colores, construidas en estructuras alzadas respecto al nivel del suelo, ya que en invierno pueden acumularse varios metros de nieve. «Las ciudades no tienen una estructura urbanística definida. Y no existe la propiedad privada en lo que se refiere al suelo. Cada persona es ocupante de una parcela mientras vive en ella y cuando la abandona, vuelve a estar a disposición de la comunidad», señala la pareja. Definen a los habitantes de Groenlandia como personas amables y acogedoras. «No se dirigen a los visitantes si estos no empiezan la conversación. Pero una vez entras en contacto con ellos, son abiertos y tienen ganas de explicar cosas de su país y de ellos mismos», dicen.

Tierra de volcanes y leyendas

De vuelta, hicieron parada en Islandia. Ya han estado allí varias veces. Les atrae su naturaleza. Y este año han repetido. «Por su vulcanismo activo, la isla ofrece unos paisajes únicos y diversos: campos de lava de formas caprichosas, llanuras inmensas de dunas de arena negra, campos termales que humean por todas partes, aguas calientes que invitan a bañarse, cráteres de todos los tamaños y colores, fiordos interminables de une belleza que te sobrepasa, líquenes de un amarillo único que cubren las montañas negras, géiseres, cascadas, agua por todas partes…». Recomiendan a quienes visiten el país que se alejen de los circuitos habituales y se pierdan «por la soledad de su interior».

Los trols y los elfos están muy presentes en la cultura popular. Hay leyendas y mil historias. Incluso –cuentan- parece que en alguna ocasión el gobierno había cambiado el trazado de una carretera para no molestarlos, advertidos de su presencia por parte de los habitantes de la zona. «Puedes hacer más o menos caso de estas historias, pero una vez has estado allí y te has paseado solo por los campos de lava, empiezas a pensar que quizás tengan algo de cierto», concluyen.

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