David Trueba: 'La patria son los libros y las películas'

Entrevista al escritor y director de cine

19 mayo 2017 20:32 | Actualizado a 22 mayo 2017 07:53
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-¿Para qué le sirve escribir?

-Seguramente para alcanzar la felicidad y la plenitud en algunos momentos, la sensación de que estás vivo. Hace un día estupendo, estoy en una ciudad preciosa, hace un sol espéndido pero me parece que si no escribiera me sentiría mal.

 

-Le realiza.

-Lo que pasa luego con eso no está en tu mano. Son accidentes. La cultura es el paracaídas. La vida tiene muchas caídas y haber disfrutado de la cultura es un paracaídas que hace que esa bajada sea más lenta.

 

-¿Siente eso de que una canción le arregla el día o el mes?

-Por supuesto. Las canciones, los libros, las películas son la patria... la casa, mejor que la patria, casas amuebladas con una canción de Bob Dylan, una película… Eso es hermoso.

 

-¿Qué ha supuesto ‘Blitz’, su cuarta novela?

-El punto de inflexión se produjo con Saber perder. En las dos primeras había una sospecha general ante el prejuicio de que yo también me dedicara a escribir. A partir de ese libro ese prejuicio se venció.

 

-También hubo un giro a tramas más maduras.

-No, lo que ocurre es que yo me hago más mayor. No considero la madurez una virtud, sino una consecuencia de cumplir años. Tampoco he sido inmaduro. De hecho, mis amigos siempre han dicho que tenía cierto espíritu de viejo prematuro.

 

-¿Le sigue llegando la mitificación de ‘Cuatro amigos’?

-Sí, porque para mucha gente es catártico. Hay una edad para ese libro. De todos es con el que me han pasado cosas más estrafalarias. Estás tomando una caña en un bar en Ibiza y no te dejan pagar porque para una camarera es su libro favorito.

 

-En ‘Blitz’ quería hablar del tiempo, de las edades.

-Es un enfrentamiento ente la mirada de la soledad, el amor y el deseo, entre los 30 años y los 60. Todos tenemos dentro de nosotros palabras que parecen tener un mismo significado. Amor, soledad, compañía, deseo, muerte, vida, tiempo. Esos significados varían en función de tu momento vital.

 

-¿Cuál es su primer recuerdo literario?

-Daban el entierro de Franco en la tele y un amigo de mis hermanos me había regalado El principito. Yo aún no iba al colegio, pero como había dibujos y mi hermano me iba leyendo, tenía la sensación de jugar a leer.

 

-¿Por qué se mueve tan cómodo en el tono tragicómico?

-Eso es mérito de la vida. Si te paras en un escalón a mirar la vida vas a ver pasar la comedia y la tragedia. No se me ocurre que alguien que quiera retratar la vida real solo haga un género.

 

-¿Se desnuda más en un libro que en una película?

-Puede ser. Hablas más en primera persona, aunque el libro no lo sea. Creo que en mis películas me he desnudado bastante y se me ve mi alma, que es lo que tapas todo el rato. Me molesta cuando no percibo el alma de quien hace algo, aunque no esté presente, pero sí diluida.

 

-Siempre se ha rodeado de talento y grandes nombres.

-Sí, también yo he tenido la curiosidad. No puedes sentarte en una mesa con gente interesante y ponerte a hablar tú. No es un mérito. He tenido suerte.

 

-¿Qué le seducía de Fernando Fernán Gómez?

-Era raro estar con él media hora y no quedar deslumbrado. Él le daba la vuelta a todo y te hacía reír. Hicimos una película de él porque con salíamos de cenar con él a las cinco de la mañana y decíamos: ‘Es increíble, este tío es irrepetible’.

 

-¿Cuál es el mejor consejo que le dio Rafael Azcona?

-Era simpático pero difícil. Me enseñó a ponerte en posición de riesgo. Te animaba a hacer un proyecto cuando se lo contabas y tres horas después te podía machacar: ‘Eso yo no lo veo’. ¡Te ibas a casa hundido!

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