Debajo del total white

La ciudad de Tarragona no se iba a quedar sin su propia fiesta ibicenca. La suya es la que, por cuarto año, celebran TPI y F4L con un gran festival de actividades y una cena de la mano de Pitu Mosquits

19 mayo 2017 18:38 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:08
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La pureza y el desenfado propio de las Islas Pitiusas volvieron a vestir de blanco y celebración las instalaciones del Tarragona Padel Indoor y del Fitness 4 Live. Sin embargo, debajo de esta capa de lino y encaje cada vez más consolidada en las noches de verano, se encontraba la esencia que nos define y que cariñosamente llamamos ‘tarragoninament’. Se trata de una forma de hacer calmada pero sin pausa, poniendo toda la ilusión y ultimando cada detalle para que todo salga a pedir de boca en el momento oportuno.

La gran terraza del TPI había sido perfectamente adecuada la noche del sábado para disfrutar de una velada como pocas. Y es que, como pasa en la misma capital, no son la orden del día las grandes celebraciones las que el club acoge durante el año.

Pero tampoco pierde la oportunidad de montar una buena llegada la hora, y el verano y las vacaciones son la excusa perfecta para celebrar, por cuarto año consecutivo, su ya tradicional Fiesta Ibicenca.

Socios y amigos de ambos clubs –en total, 220 personas– se vistieron con sus mejores looks total white para celebrar un buen festival. Eso sí, algo cómodos porque el tema desembocaría en bailes y juegos ‘moviditos’, como no podía ser de otro modo viniendo de dos centros deportivos. No obstante, y como es tradición en la noche blanca del TPI y F4L, la velada empezó con la cena. Este año vino de la mano del chef Josep Ramon Tules, conocido popularmente en el barrio de El Serrallo como Pitu Mosquits. Para semejante ocasión elaboró un menú totalmente mediterráneo, que tuvo como protagonista estelar la zarzuela, uno de los platos que mejor sabe hacer y por el que se le conoce.

Sin dejar tiempo para la digestión, empezó la fiesta dirigida por los monitores de F4L. Con tanto movimiento, a las tres de la madrugada ya habíamos quemado la cena de Pitu y los gintonics y mojitos que la barra no paraba de servir.

Fueron risas y movimiento sin pausa, que duraron hasta que salió el sol y la terraza, por fin, empezó a vaciarse.

Llegados a este punto, solo quedaban dos opciones posibles, irse a dormir a casa o tirarse a la piscina y volver a empezar.

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