El campeón de Europa de waterpolo que toca la guitarra

Ernesto González, de Torredembarra, acaba de publicar un disco recopilatorio que repasa sus treinta años de carrera musical

19 mayo 2017 16:18 | Actualizado a 24 diciembre 2019 23:20
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Ernesto González (Barcelona, 1960) compartió piscina con grandes del waterpolo mundial como Manel Estiarte, Joan Jané, Jordi Carmona o Rafael Aguilar. Jugaba de boya, en el centro del ataque. Se le daba bien: a principios de los ochenta ganó dos campeonatos de Europa, uno con la selección española absoluta y otro con el Club Natació Barcelona. Era el animador del vestuario. Tomaba la iniciativa en el litúrgico grito de guerra de antes de los partidos. «Cuando viajábamos en autocar me tocaba siempre cantar. En las salidas internacionales me llevaba muchas veces la guitarra y montaba un poco de show. Buenas épocas», recuerda.

Su abuelo era trompetista, tocó en la orquesta del padre de Tete Montoliu. De ahí le viene a Ernesto la vena artística. «Cuando era un crío siempre soñaba con subirme a un escenario y crear canciones. Siempre supe que quería ser cantante y, aunque los principios fueron difíciles, podía más la ilusión que el éxito. Era un soñador y lo sigo siendo», dice.

Ernesto, afincado en Torredembarra desde hace más de media vida, acaba de publicar un CD recopilatorio que repasa sus treinta años de carrera musical. Al final cumplió su sueño. «Quería compilar las canciones que marcaron mis inicios y los momentos más importantes, como cuando grabé con Juan de Los Manolos, Pepe de Los Amaya, Johnny de Chipeny y Moncho ‘El rey del bolero’».

El disco se titula 30 años contigo. Es pop latino. Lo presentará en Colombia, país donde lanzó su primer trabajo internacional en 1987 de la mano del sello Discos Fuentes. Actuará en los casinos Río y Hollywood de Bogotá. «Luego regresaré a Barcelona para hacer los compromisos de verano y navegar con mi esposa Ana y mi hija Ariadna por aguas de Torredembarra, otro privilegio que no me quiero perder».

Sus primeros pasos en la música fueron en garitos barceloneses en la década de los ochenta. «Había lugares que se llenaban, pero muchas veces estaban vacíos y yo era un simple músico de decoración», cuenta. El éxito le sorprendió en Latinoamérica. México, Colombia, Ecuador y, sobre todo Costa Rica, donde llegó a tener un club de fans femenino, eran sus feudos predilectos. En Barcelona no terminaba de arrancar y probó suerte sin demasiada fortuna en Alemania y Estados Unidos, donde tocó en sitios de súper lujo, locales diminutos y restaurantes del barrio Little Italy de Nueva York.

Su vida profesional era como una montaña rusa, repleta de altibajos. «La estabilidad para un artista no existe. Es una utopía». En estas tres décadas, asegura, «básicamente viví de mi música, apostando por mis canciones, hasta que monté una productora con Ana y comenzamos a compaginar las dos cosas». Su empresa se llama DM y se dedica a organizar espectáculos.

El clímax de su carrera fu su actuación en 1987 en la Opera House de Sidney (Australia) acompañado por una orquesta de cuarenta músicos. Es su mejor recuerdo, sólo comparable con la «impresionante» sensación que tuvo cuando entró por primera vez a un estudio de grabación para inmortalizar su disco de debut Locos de amor (1985) –entonces bajo el nombre Ernesto Ortiz–.

En 30 años contigo han colaborado de manera muy activa Jack Tarradellas y el pianista Luigi Ferraro, con quien Ernesto está haciendo actuaciones que «nos hacen disfrutar a los dos». «En este trabajo –el noveno de su carrera sin contar sencillos– caben todos mis recuerdos de agradecimiento», concluye.

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