José C. Vales: 'No sabría escribir sin humor'

Entrevista al ganador del Premio Nadal

19 mayo 2017 23:18 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:32
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- Glamour y cloacas conviven en su novela.

- Como en la vida misma. Bajo el brillo hay sordidez. Bajo la limpieza, suciedad. Bajo la luz, oscuridad. Conviven las dos caras de la vida y bajo el fulgor hay cadáveres escondidos. Es mi idea del mundo. Entiendo el mundo como la mezcla extravagante de asuntos maravillosos y trágicos.

 

- Pero elige el caos de los locos años veinte. ¿Por qué?

- Es un tiempo frenético y maravilloso. El mundo sale de una gigantesca catástrofe, de una guerra mundial, y quiere beberse todo el champán que pueda. En especial las mujeres, que deciden ser valientes y libres, y a las que hago dar un paso más. Duermen con las chicas y los chicos que quieren.

 

- ¿Crónica negra, periodística, investigación…?

- Ficción a caballo entre la pesquisa policial y la indagación sentimental. Es una investigación sobre desdichados acontecimientos ocurridos en 1925. A medida que los personajes se desarrollan, la tensión se centra en un antiguo amor, en la locura de un amor perdido. Describe el paisaje humano y físico de Biarritz en esos años locos, donde el crimen y la manipulación conviven con el oropel.

 

- Hay más de una veintena de narradores y varios crímenes.

- Todo comienza con un aparente suicidio que investigan una pandilla de sinvergüenzas. Forman el gran cabaret que da título a la novela. Cada uno hace su número. Todos se han conjurado para ocultar lo más sucio. Sólo el lector conoce la verdad. Todos mienten, y el lector lo sabe.

 

- El jurado dice que rebosa un humor que recuerda al primer Eduardo Mendoza.

- Es un rasgo del que no puedo prescindir. No sería capaz de escribir sin humor. En la doble máxima de Horacio de ser útil y entretener, siempre opto por divertir entreteniendo. La literatura ha de entretener. La buena literatura es tan sencilla y difícil como contar una buena historia que entretenga al lector. No me gusta dar la murga filosófica en mis novelas.

 

- Con su segunda novela entra en el club Nadal, con Laforet, Delibes, Ferlosio, Matute…

- Abruma y satisface. Este premio es un honor, un orgullo y una alegría. Pero también una responsabilidad. Intentaré estar a la altura. Lo de menos es su dotación económica. Su función de descubrir autores es su gran activo, y me enorgullece entrar en este club tan selecto.

 

- ¿Nunca antes se presentó a otro premio?

- No. Me daba pereza. Por eso me puse en manos de Palmira Márquez, una agente capaz y eficiente. Yo me dedico a la sintaxis, a estudiar la teoría literaria, a Gaskell, a Jane Austin y a Francisco de Aldana… a todos los que me gustan; y ella, a conseguir que los editores vean las novelas que escribo en mi covacha. Sin agente no habría ni novelas ni premio.

 

- La presentó bajo el seudónimo de Gavroche. ¿La clave?

- Gavroche es el pilluelo de Los miserables. Y a menudo siento que soy ese chico malo del mundillo editorial. El que hace recados pero es capaz de salir de las barricadas y enfrentarse a lo que venga, incluida la muerte, y lo hace con humor y decisión. Hugo, Austin, Trollope, Collins, son algunos de los autores que me dan las claves para empezar mi trabajo.

 

- ¿Qué prepara ahora?

- Algo incierto. La caldera bulle y sólo veo figuras informes, siempre divertidas y maliciosas. Algo, seguro, saldrá de esa olla.

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