'Los padres tienen que ser los pinches de sus hijos'

Entrevista a Christian Escribà, pastelero

19 mayo 2017 16:52 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:52
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Viste unas gafas de científico loco, pero Christian Escribà pertenece a la cuarta generación de una saga de pasteleros que comenzó en 1906. Reconocido como el mejor pastelero de España por la Academia Española de Gastronomía, acaba de publicar un libro imprescindible para quien quiera iniciarse en el mundo de la repostería: ‘La cocina de Peter Pan’ (Planeta Gastro), donde hay ‘fisch & chips’ dulces, nachos con guacamole de postre, ensaladilla frusa, muslos de bollo y canelones de plátano. Peter Pan es él.

 

¿Qué es la cocina de Peter Pan?

-Pretende ser el primer libro de pastelería. Está basado en la creatividad. Patricia Schmidt, mi mujer, una gran pastelera que ha hecho el libro conmigo, y yo queríamos un libro teniendo en cuenta la poca paciencia que tienen los niños. Hemos buscado recetas muy fáciles y efectistas, que sorprendan a quien las pruebe y al que las hace.

 

-¿Cómo relacionamos la felicidad y los pasteles?

-Los pasteleros somos creadores de pequeños momentos de felicidad en las personas. Esa es nuestra misión. Con este libro descubres que vas a hacer feliz a alguien en un momento dado. Esto es lo que queremos que pase: ser felices no solo en el momento de comerlo, sino también en el momento de compartir la receta.

 

-¿Cuál es la mirada del niño en la cocina?

-El primer momento agradable que se fija en el cerebro es el momento en el que uno se acerca al pecho materno. El azúcar de la leche marca de por vida. Cuando un niño está estresado y llora se acerca al pecho y chupa y supone un bienestar, el primer impacto de la felicidad. A partir de aquí relacionamos el azúcar con al felicidad. Cuando un niño entra en la cocina y no solo puede probar sino que él puede hacer, tiene un efecto inmediato por que se lo comes, conecta con todo eso.

 

-Ese gesto de pasar el dedo y chupar la masa del bizcocho se queda grabado en el cerebro ...

-Hay muchos: el de pasar el dedo al bizcocho o a la nata y al chocolate. También el olor a bizcocho y magdalenas cuando abres el horno. Es inolvidable.

 

-¿Qué puede aportar un niño en la cocina?

-Está bien que el niño aporte su manera de entender la gastronomía. Los padres tienen que ser los pinches de sus hijos. Hay que meterse en la piel del que ayuda, no del que va a enseñar. Este libro está pensado para que el niño lo pueda hacer solo. Es cierto que hay que transmitirle el peligro que tiene freír algo o que los cuchillos pueden cortar, pero el niño tiene que cocinar a su manera. Damos unas pautas y recetas y a partir de ahí, dejamos que el niño ejecute. Mucha gente cree que las cosas se hacen de una determinada forma y lo rompedor es cuando viene alguien y lo hace a la suya.

 

-¿La televisión ha acercado a los niños a la cocina?

-Gracias a estos programas de televisión notamos cada día el interés de los niños por la cocina. Sería irresponsable no aprovechar esta oportunidad porque en la cocina hay una conexión con tu hijo que no se tiene en otros momentos. Hay que aprovechar ese interés para tener un momento en común que puede durar cinco minutos o todo un día. Esta conexión que pretendo que haya entre padres y niños hace que pasemos un momento inolvidable y que cada vez tengamos más ganas de estar juntos.

 

-Para una persona que quiere probar, ¿Cuál sería el comienzo de todo?

-Si ves que tu hijo tiene un interés, la pregunta hay que hacérsela a él. ¿Te apetece que hagamos algo juntos en la cocina? Ayúdalo, acompáñalo, pero que sea él el que vaya por delante. Los adultos tenemos el mal vicio de decir constantemente lo que tienen que hacer. Por eso a mí me comparan constantemente con Peter Pan.

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