´Mi amigo el gigante´, la fábula de Spielberg

El conocido cineasta adapta el famoso cuento de Roald Dahl, que narra la amistad de una niña y un gigante bonachón

19 mayo 2017 18:48 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:01
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Cuando sólo faltan dos meses para que se conmemore el centenario del nacimiento de Roald Dahl, el célebre novelista y escritor de cuentos infantiles británico vuelve a estar de moda. Y lo hace por la puerta grande gracias a otro genio, éste no de la literatura sino del celuloide: Steven Spielberg.

El ‘rey Midas de Hollywood’ ha querido plasmar en la gran pantalla uno de los relatos más conocidos de Dahl, Mi amigo el gigante. Antes de Spielberg otros directores ya se habían atrevido con obras Dahl, con más o menos acierto. Por ejemplo, ¿quién no recuerda la divertida Gremlins (1984) de Joe Dante?, ¿quién no disfrutó de Charlie y la fábrica de chocolate (2005) de Tim Burton?, ¿qué maravilla es la animación de James y el melocotón gigante (1996) de Henry Selick y producida por el propio Tim Burton? o ¿cómo nos dejó gratamente sorprendidos los poderes de Matilda (1996), de Danny De Vito? En la otra cara de la moneda, la de una puesta en escena menos acertada están filmes como Fantástico Sr. Fox (2004) de Wes Anderson o Las brujas (1990) de Nicolas Roeg.

Mi amigo el gigante está a medio camino entre las mejores adaptaciones de Dahl al cine. La historia gira en torno a una niña que une fuerzas con la Reina de Inglaterra y con un gigante bonachón, conocido como el BFG, para detener una invasión de malvados gigantes que se preparan para comerse a todos los niños del país. Posiblemente, este filme no será considerado de lo mejor del literato británico traslado al séptimo arte pero no flojea tanto como Las brujas.

Y eso que Spielberg se ha esforzado para echar el resto. Algunos, incluso, se han esforzado por vender el filme como el nuevo E.T. que el propio cineasta encumbró en 1982. Ambas películas tienen ciertos paralelismos: cuenta la amistad de una niña con un ser de otro mundo, el guión está construido por Melinda Mathison (que, por cierto, falleció recientemente) y el propio Spielberg... Pero casi hasta aquí.

Porque Mi amigo el gigante tiene más parecidos con Peter Pan que con E. T. El propio Spielberg tiene el síndrome de Peter Pan, como ya demostró en Hook (1991), dándole una vuelta de tuerca a la novela de J. M. Barrie.

Ese amor de Spielberg por el mundo de la infancia le lleva redundar en la temática. Y ahora lo hace en forma de fábula, en la que conjuga magníficamente dos palabras que conoce a la perfección:infancia e imaginación. El cineasta deja, además, su huella, su particular visión de maestro manufacturero (casi orfebre) apoyado sobre los trabajos digitales que, por momentos, logra emocionar.

Y en el trabajo actoral, sobresaliente para un actor secundario como Mark Rylance (en su papel de gigante bonachón). Spielberg lo redescubrió en El puente de los espías, donde ganó un Oscar. Ahora es un gigante... de la interpretación.

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