Monestir de Poblet, patrimonio y contemplación

El Monestir de Poblet es una de la joyas arquitectónicas de la provincia. Durante la visita se respira calma y tranquilidad

01 agosto 2017 10:10 | Actualizado a 01 agosto 2017 10:16
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Ubicado en la comarca de la Conca de Baberà, en la zona norte del Parc Natural de Poblet, donde el relieve llano busca la comunión con el abrupto paisaje de las montañas de Prades, emerge una de las joyas arquitectónicas más valiosas de nuestro territorio. Fusionándose en un entorno natural único se encuentra el Reial Monestir de Santa Maria de Poblet, declarado en 1921 como Monumento Histórico Artístico y posteriormente, en 1991, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Siguiendo la tónica de los templos cistercienses, su emplazamiento fue determinado por el bello paraje que lo envuelve, repleto de abundantes fuentes y a resguardo de la sierra. Todo esto,  unido a la envergadura de sus colosales muros, proporciona un estado de calma y tranquilidad a quienes lo visitan.

Esta majestuosa obra construida a lo largo de varios siglos, se inició a finales del siglo XII, como queda de manifiesto en el estilo románico que presenta la iglesia y el ala contigua del claustro. No obstante, al adentrarnos en la nave de la iglesia se aprecia un cierto cambio de tendencia. 

En su conjunto, esta construcción plasma un conglomerado de estilos artísticos: románico, gótico, renacentista o barroco que dejan al visitante perplejo ante tal amalgama de estilos.

El claustro refleja, sin lugar a dudas, cómo se pueden armonizar dos estilos totalmente opuestos.  Este lugar goza de una peculiar y atractiva belleza, es un espacio  donde contrastan el estilo románico de una de sus galerías con el estilo gótico del resto de las pandas. El silencio que reina en este ambiente sólo es quebrantado por el sonido que emite el agua cristalina que emana de las fuentes del lavatorio al golpear contra la pilas, lo que nos evoca una sensación de frescor y bienestar. 

En la galería de la entrada al claustro encontramos una serie de habitáculos donde antiguamente los monjes realizaban su vida monacal, algunos de ellos sólo perduran testimonialmente y no se utilizan como es el caso de la cocina o el calefactorio. Por otro lado, el comedor o la biblioteca se utilizan diariamente. En la panda contigua encontramos la sala capitular y el acceso al dormitorio de los monjes y el sobreclaustro.

El dormitorio de los monjes es inmenso, sus ménsulas con adornos florales y  figuras de animales sostienen la espectacular bóveda de esta enorme estancia, un lugar donde se han llegado a realizar algún que otro concierto gracias a su extraordinaria acústica.  A través de esta antesala se tiene acceso al sobreclaustro y a la iglesia.

Del sobreclaustro sólo se conservan los muros esquineros. Se sospecha, por las marcas de algunas de las piedras, que posiblemente sufriera algún tipo de incendio esta zona. Pese a este contratiempo, se trata de un lugar fascinante desde donde se obtienen unas vistas espectaculares tanto del lavatorio como del cimborrio propio de este tipo de construcciones.

Por lo que respecta a la iglesia, este es otro lugar donde se compaginan diferentes estilos,  lo que la hace original y atractiva. Llama la atención su impresionante retablo renacentista realizado en alabastro blanco, un tipo de piedra abundante en la zona. Por otro lado, la entrada principal de la basílica, de estilo barroco, es digna de admirar. Otro detalle importante de la iglesia es la cantidad de tumbas correspondientes a los primeros reyes de la corona catalanoaragonesa. Están reconstruidas y sólo permanecen pequeños fragmentos originales.

Este fantástico monumento tan apacible se puede contemplar todos los días de la semana. Además, se realizan visitas por el interior, donde el guía explican con todo detalle las características de esta gran obra. También admiten huéspedes, personas que precisan de un tiempo de meditación para reencontrarse consigo  mismas y que son admitidos por el monje hospedero, después de una entrevista.

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