Había corrido la voz por toda la ciudad y alrededores de que la banda colombiana del momento, Morat, iba a hacer una aparición estelar por la Tarraco Arena Plaça para presentar su disco Sobre el amor y el desamor… y unas cuantas cosas más. Venían dispuestos a enamorar a Tarragona, y sin lugar a dudas lo consiguieron. La capital se preparaba para una de las veladas más especiales que se recordarán de esta temporada estival.
El grupo presentó ayer en la TAP su primer álbumLa energía positiva era lo que más se respiraba en el ambiente, mientras colas de fans esperaban la apertura del recinto. El público asistente era de lo más variopinto. Los jóvenes no dejaban de acechar la ocasión para acceder al recinto, presionando incansablemente a los vigilantes. Anhelaban colarse por las puertas correderas de atrás del recinto que en distintas ocasiones se abrieron para dar paso a diversos vehículos en los que llegaban los artistas. Llegado el momento, las puertas se abrieron a los asistentes, quienes se abalanzaron sobre sus ‘contrincantes’ para poder hacerse con los mejores sitios, aquellos que estaban más cerca de los artistas. La pista fue llenándose poco a poco hasta ocupar prácticamente todo el espacio.
Sobraban las palabras porque en cuanto emergieron, las guitarras, la batería y el banjo, con ese delicado y sutil encanto, de inmediato los seguidores del grupo empezaron a aclamar a los artistas. A oscuras los focos empezaron a apuntar hacia el escenario, y entre una fina y tenue capa de humo aparecieron desdibujadas las siluetas de la banda Morat tocando su single Mi nuevo vicio.
Acompañados por el alegre sonido de su singular y distintivo instrumento, el banjo, al que se le sumaban las guitarras y la batería, los colombianos iban hipnotizando al público, con aquellas melodías folk pop que incitaban al baile desenfrenado.
Nos sorprendieron después con todo un espectáculo. A pesar de su simplicidad lograron convertir ese factor en su punto fuerte y sus fans enloquecieron con Yo contigo tú conmigo. Con su acento extranjero impregnaron a sus espectadores, y los trasladaron a su exótico paraíso colombiano, con el que intentaron mostrarnos la parte buena de su país. Nos cautivaron tanto con su ritmo, que el tiempo pasó volando, y en cuanto llegó el momento de despedirlos, Tarragona deseaba que pudieran quedarse.