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En un pueblo del sur de Chile actuaron en un gimnasio sin calefacción a menos cero grados. Alos actores les salía humo de la boca. En Ecuador no pasaron frío pero representaron su función en un matadero. Y en San Martín de Caracas (Venezuela) la gente les saludaba pistola en mano. Carro de Baco es seguramente la compañía de teatro catalana que más se ha movido por América. Es de Santa Coloma de Gramenet. El Washington Post calificó su obra La Mano como «inquietante, desconcertante y seductora». El periódico estadounidense le dedicó una amplia crónica elogiando su interpretación.
El actor y dramaturgo Germán Madrid y la actriz y directora Antonia Castillo fundaron Carro de Baco en 1998. Para el nombre se inspiraron en una litografía homónima de Salvador Dalí. En las juergas de Baco, dios del vino, no sólo había alcohol y orgías, también pequeñas improvisaciones teatrales.Probablemente las primeras del mundo occidental. Oriente estaba más adelantado.
El grupo barcelonés ahonda en la ciencia ficción y el terror, géneros inusuales en el teatro. Germán y Antonia han impartido seminarios sobre su trabajo en universidades de Dallas (EEUU), Santo Domingo, México, Ecuador y Venezuela. Forman parte del escueto 8% de intérpretes que se gana la vida con su profesión en España. Eso sí, no les basta con actuar, han tenido que abrir una escuela de interpretación en Santa Coloma de Gramenet para complementar su sueldo. Ya tienen doscientos alumnos. Producen obras, forman actores y tienen su propia sala con cuarenta butacas para representar sus espectáculos.
Carro de Baco se ha centrado ahora en el teatro de proximidad. Viaja menos. Sus salidas al extranjero estaban subvencionadas por el Institut Ramon Llull, consorcio formado por la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona para difundir la cultura catalana en el exterior. Este sábado estará en la Sala Santa Llúcia de Reus con su nueva función El sueño de la bestia. Cuenta la historia de una pareja que se acaba de conocer y pasa una noche desenfrenada. Al despertar, el hombre confiesa a la mujer un secreto inverosímil.
«Es gris, tenebrosa, recuerda a la novela 1984 de George Orwell. Un ambiente opresor, de vigilancia, que quiere controlar tu capacidad de razonar para que no aflore la parte animal e instintiva de las personas y así no nos rebelemos», explica Germán.
