Un tesoro bajo el suelo de Tarragona

El S.I.E.T ofrece la oportunidad de visitar la cueva urbana, una auténtica maravilla de la geología bajo el suelo de la calle Gasòmetre

19 mayo 2017 18:19 | Actualizado a 21 mayo 2017 16:56
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Su descubrimiento se enmarca dentro del proceso constructivo de uno de los edificios de la calle Gasòmetre número 32, cuando de repente aparecieron unos agujeros que, según el arquitecto de la obra, conectaban con unas galerías romanas. Después de un parcial recorrido, se encontró un conducto descendiente, por lo que llamaron a los espeleólogos.

Tras recorrer tres lagos subterráneos (Ceo, Benso, y La Platja), la progresión fue rápida hasta llegar a un punto en que se creía que ya acababa la cueva, por lo que los exploradores decidieron investigar otros puntos, llegando así a las galerías De l’Esperança, Viral, Percival y el Laberint.

La sorpresa la encontraron cuando se fijaron que ese punto antes mencionado no era el final de la cueva, ni mucho menos. Resultó ser una marmita llena de agua excavada en la roca en la que, ante la posibilidad de que fuese un sifón que conectase con otras galerías, se realizaron varias incursiones a pulmón libre. Al ser infructuosas, se decidió forzar el paso mediante escafandra autónoma.

La sala Rivemar

Al principio, tan solo se encontró un acceso laminador muy estrecho que obligó a los espeleólogos a avanzar con mucho cuidado. Pero a tan solo unos cuantos metros se abrió una inmensa sala de grandes dimensiones. Al ritmo que se adentraban cada vez más y más en sus aguas, la visibilidad se fue volviendo nula, por lo que se establecieron cuerdas guía (denominadas Hilos de Ariadna) para facilitar la progresión y el regreso. La sala resultó ser tan grande que se necesitó duplicar las bombas de aire comprimido. Aunque todavía queda mucho por descubrir, de momento la sala cuenta con una superficie aproximada de 5.000m2. Bucear bajo sus aguas es toda una odisea, el hecho de que la visibilidad sea nula dificulta mucho una exploración más a fondo ya que al adentrarte en sus aguas supone una absoluta sensación de soledad (no ves ni al compañero), a lo que se suma el estrés: cualquier maniobra en falso o defecto en el equipo puede conllevar consecuencias trágicas.

A 80 metros de la marmita y tras descender 18 metros, se llegó a un conducto que llevó a los exploradores a nuevas galerías con aire, las cuales se topografiaron y bautizaron como Alprasa y Dels Vuits. Se trata de unas diaclasas cuya altura oscila entre 15 y 18 metros y que requieren ascensiones fuertemente condicionadas por el barro.

En total, la cueva urbana de Tarragona cuenta con una longitud de 400 metros, a los que se deben sumar las galerías, con las que podría llegar fácilmente a los 600 metros.

A día de hoy, los espeleólogos han advertido un descenso continuo del nivel del agua. A pesar de que la bajada es muy lenta, esta podría, en un futuro cercano, descubrir a los exploradores nuevas zonas que el agua ocultaba.

Visitas guiadas

Desde que fue descubierta, la Societat d’Investigacions Espeleológiques de Tarragona (S.I.E.T), ofrece una serie de visitas a la cueva con el fin de dar a conocer a la ciudadanía esta maravilla geológica, además de así poder conseguir financiación.

Las rutas están pensadas para personas de entre 10 y 70 años, sin ninguna discapacidad de movilidad ni afección coronaria. En total son unas 3 o 4 horas de visita en las que pasamos por lagos, galerías y salas subterráneas que seguro dejaran a más de uno con la boca abierta.

Para adentrarse en las profundidades de la cueva tan solo son necesarios traer dos cositas de casa: calzado adecuado y muchas ganas de pasárselo bien.

El resto del equipo, constituido unicamente por trajes de neopreno y cascos con iluminación, corren a cargo de la entidad organizadora.

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