Vaginismo, el sufrimiento silenciado

Quienes lo padecen no pueden usar tampones, someterse a revisiones ginecológicas y, mucho menos, tener relaciones o ser madres

19 mayo 2017 17:19 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:48
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El descubrimiento de que algo no funciona suele llegar cuando la adolescente intenta usar el primer tampón y no lo consigue. Cosas de la falta de experiencia, puede llegar a pensar... La vergüenza a hablar del asunto hace el resto.

Y así pueden pasar los años: le resulta imposible pasar la primera revisión ginecológica y, mucho menos, tener a una relación sexual con penetración. Además, en estas circunstancias, de la maternidad, ni hablar. A partir de aquí, cómo no, los problemas de pareja y la baja autoestima están a la orden del día.

Este es, con sus más y sus menos, el camino que suelen recorrer muchas mujeres con vaginismo, una contracción involuntaria del tercio interior de la vagina.

Y cuando se deciden a buscar ayuda la respuesta del médico suele ser la misma: les remiten al piscólogo porque entienden que todo proviene de un trauma.

Pero Pilar Pons, enfermera y fisioterapeuta con más de 20 años de experiencia en el tema y casi 400 pacientas tratadas, cree que hemos estado fallando al enfocar como psicológico un problema que es físico.

¿Problema psicológico?

«Estoy cansada de escuchar a mujeres que llevan diez años acudiendo al psicólogo y no consiguen resolver nada. He tenido incluso una a la que le han hecho una regresión a ver si el problema viene de alguna experiencia de cuando era bebé», explica Pons, quien asegura que el punto de inflexión para muchas llega cuando quieren ser madres.

Refiere que a su consulta llegan desde chicas de 17 años que han tenido la suficiente confianza para contárselo a sus madres hasta mujeres más mayores. Recuerda el caso, por ejemplo, de una enfermera de 65 años. «No tenía pareja pero quería solucionarlo; ‘me lo debo a mí misma’, dijo».

Pons ha publicado recientemente ‘El silencio pélvico’ (Ediciones Invisibles), donde describe su experiencia en el tema y relata cómo es el tratamiento.

Se trata, en general, con fisioterapia, de desensibilizar la zona y ganar dilatación. Se emplean dilatadores de distintas medidas que se van ampliando progresivamente. Lo consigue no sólo en las sesiones sino con los ‘deberes’ que hacen las pacientes.

El problema, al principio, es más difícil de abordar en función de la personalidad de cada mujer y sus experiencias. Algunas no se atreven ni a tumbarse en la camilla para una exploración, recuerda, pero incluso en esos casos ha conseguido, asegura, importantes victorias. En general, apunta, con 7 a 10 sesiones «se arregla», aunque hay mujeres que en la tercera sesión ya han conseguido utilizar un tampón.

Hay dos tipos

Explica Pons que hay que tener en cuenta que hay dos tipos de vaginismo, el primario (desde un primer momento cuando la mujer intenta ponerse un tampón o intenta tener relaciones) y el secundario, que se presenta en mujeres después de situaciones concretas como los partos o la menopausia. «He tenido una paciente de 70 años a quien cada vez que iba al ginecólogo sólo le recetaban una crema y ya está. Después de cuatro sesiones pudo v0lver a tener relaciones con su marido. Tiene tanto derecho como todo el mundo a llevar una vida sexual placentera», apunta.

Pons, quien tiene una página web (pelvicgarden.com), recibe continuamente mensajes de todo el mundo. Se lamenta de que tantas mujeres sigan sufriendo esta afección en silencio sin buscar ayuda. «Tiene mucho que ver con la educación sexual que hemos recibido, vamos perdidos. Se nos habla de riesgos, de enfermedades, de embarazo, pero nunca de placer», explica.

De hecho, apunta en su libro, estamos acostumbrados a ignorar sistemáticamente las parte íntimas de nuestro cuerpo. «Es como si de repente decidieras que ya no quieres verte un brazo», relata. En su libro habla de vaginas asustadas, cansadas, aburridas, asiladas, ignoradas...

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