Xarim Aresté gira a ritmos más pausados en ‘Polinèsies’

El músico de Flix estrena disco con «ingredientes» que no tenía en su repertorio

03 diciembre 2017 19:39 | Actualizado a 03 diciembre 2017 19:43
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Xarim Aresté está expandiendo sus propios límites, porque tras veinte años «metiendo caña» en bandas propias y ajenas, en su nuevo disco Polinèsies se decanta por el medio tiempo y la balada. Un álbum en el que pone énfasis en su proyecto personal, tras tocar con artistas como Gerard Quintana, Pascal Comelade o Josele Santiago.

De un músico como Aresté (1983), que empezó con grupos punk en su Flix natal y ha aportado su guitarra rockera a aventuras personales como Very Pomelo o proyectos de otros músicos, cabría esperar un disco más sucio y más pensado para el directo, como el anterior, La rosada, pero «el lenguaje del subconsciente», que es el que le guía, le ha llevado por otro camino. «Tampoco es que sea un disco de baladas», aclara y, ciertamente, es un álbum muy variado, con diferentes velocidades y estilos, pero cuya novedad son los tiempos lentos, que «aportan ingredientes» que no tenía en su repertorio.

«Espero que estos temas nuevos conviertan el viaje del concierto en algo mucho más expansivo, con más momentos musicales que ayuden a integrar los momentos cañeros. He metido caña muchos años, se supone que es lo que sé hacer, pero cuando sabes hacer algo puedes perder la frescura y para mantenerla hay que moverse hacia territorios nuevos», señala.

De todas maneras, Aresté sigue siendo el mismo y se siente satisfecho del nuevo disco porque cree que «conecta mejor con el público y con la realidad, sin renunciar al hecho artístico». Así, la canción Indomables ha sido leída por algunos como un reflejo de la situación política de Catalunya, cuando él dice que la escribió pensando en el mundo de la música, «donde la sensación de asedio ha sido el pan de cada día desde hace tiempo y los músicos se lanzan al abismo constantemente, sin ninguna garantía de horizonte».

En todo caso, Aresté se alegra de que su canciones encajen con el presente porque, en algunos momentos, se ha sentido «como un globo que se ha escapado y que hace música para nadie», para sí mismo.

Una sensación que se debe, según dice, a que «en este país no hay muchos sustratos culturales y no hay mercado para las cosas pequeñas o minoritarias».

En Polinèsies, no renuncia «al hecho artístico» ni elude la mirada espiritual, que defiende a capa y espada porque, según dice, «lo sagrado forma parte del espíritu humano y constantemente lo degradamos en pos de otras cosas».

Ese aura espiritual rodea incluso temas con ímpetu rockero, como Ha quedat clar, porque «estamos viviendo un momento muy bestia, es como la Era de Acuario de los hippies, un momento en el que todo se tambalea y muchos buscan la piedra filosofal sobre la que edificar».

De eso habla precisamente Indomables, aunque Aresté no construye las letras «con la cabeza, sino con el subconsciente, porque la música es magia».

Musicalmente, Aresté sigue bebiendo del blues y de la música americana, pero está convencido de que lo suyo es mediterráneo porque «hay músicas de aquí que siguen siendo muy puras, que no se han mezclado y que llevamos muy dentro sin darnos cuenta».

El de Flix siente que «el folklore mundial nos pertenece» y no le avergüenza utilizar melodías indias junto a ritmos americanos, pero la música que hace no sería la misma si no hubiera nacido junto al río Ebro. «Mi subconsciente no sabe diferenciar el sonido de la gralla catalana de los pasodobles de mi infancia y de los Sex Pistols de mi adolescencia», concluye.

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