29 Años sin Hitchcock

Crítica. El maestro del suspense sumergió a los espectadores en ideas tratadas a través de un lenguaje y sonidos al alcance de muy pocos

29 abril 2019 12:11 | Actualizado a 29 abril 2019 18:18
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Cuando nos acercamos a la cultura popular una figura familiar y corpulenta destaca por encima de todas: Alfred Hitchcock. Nació en Leytonstone (Londres) el 13 de agosto de 1899 y después de haber realizado hasta 57 películas y producido varias series de televisión que llevaban su nombre fallecía en Los Ángeles (California) el 29 de abril de 1980.

Durante sus 80 años de vida, Hitchcock vivió en primera persona las dos contiendas mundiales, la guerra fría entre los Estados Unidos y el bloque comunista y todas las crisis que sacudieron el siglo XX. Su obra poseía un estilo propio, caracterizado por un marcado voyeurismo, giros argumentales en los desenlaces y tramas perturbadoras entorno a la violencia y el crimen.

Sin embargo, el cineasta británico, conocido como el maestro del suspense, sumergió a los espectadores en ideas, conceptos y cuestiones humanas tratadas a través de un lenguaje y sonidos al alcance de muy pocos. Más allá de la experimentación técnica, el genio británico reflexionó sobre temas de importancia universal cómo la corrupción del mundo contemporáneo situando al hombre en el centro de la diana.

Visión antiutópica

Si Alfred Hitchcock pudiese observar el mundo del siglo XXI asentiría en silencio comprobando, punto por punto, cómo su visión antiutópica de la sociedad es un hecho palpable. Todas sus obras, desde el personaje arribista de Sabotaje (1936) interpretado por Oskar Homolka hasta el torturado Anthony Perkins en Psicosis (1960), son víctimas de una perspectiva existencialista en una sociedad empujada al abismo. De este modo, la subjetividad del individuo, presa de los instintos más primarios, nos condena individual y colectivamente.

Alfred Hitchcock puso en evidencia, a través de su obra, el mundo imperfecto que nos rodea y lo hizo usando una violencia implícita e incontrolable. Basta recordar al malvado personaje interpretado por Joseph Cotten en La sombra de una duda (1943) o el tándem asesino formado por John Dall y Farley Granger en La soga (1948).

En nuestra sociedad global e hiperconectada, Alfred Hitchcock comprobaría como la idea de amenaza latente desplegada en su cine no se ha disipado e instituciones sagradas como la familia o el estado pueden verse corrompidas por la fuerza del odio. Recordemos al fotógrafo paralizado por su escayola interpretado por James Stewart en La ventana indiscreta (1954) o a Cary Grant corriendo entre los maizales en Con la muerte en los talones (1959). 

La perspectiva antiutópica del cineasta nos advertía: no podemos caer en el caos y la violencia y debemos mantenernos alerta, siempre vigilantes. En sus obras castiga sistemáticamente a sus personajes cómo le ocurría a Tippi Hedren cuando es atacada por gaviotas asesinas en Los pájaros (1963) o el macabro juego perpetrado por Farley Granger y Robert Walker en Extraños en un tren (1951) corroborando su tesis acerca del placer que genera la contemplación del caos y la destrucción. De este modo, el cineasta obliga al público a mirar el horror cotidiano y la violencia como medio enfrentando sobre el espectador un espejo ineludible.

Para finalizar, destacar el filme quizás más representativo de esa visión desesperanzada del género humano: Psicosis. En 1960, contra todo pronóstico, adquiriría los derechos de una desconocida novela del mismo título escrita por Robert Bloch, que a su vez, se inspiraría en los crímenes reales de Ed Gein, un serial killer que asesinó y practicó canibalismo en Plainfield (Wisconsin) hasta su detención e internamiento en 1958.

Alfred Hitchcock realizaría su primer film abiertamente de terror, rompiendo con los mitos decimonónicos de la Universal Pictures y la Hammer Films. Los monstruos no llevaban capa, ni colmillos, ni eran humanoides creados en una mesa de operaciones por un mad doctor, el horror tenía aspecto común y era indistinto a cualquier ciudadano. 

La sociedad imperfecta de 2019 encajaría con la visión del cineasta, dónde el orden social ha fracasado en favor de la fuerza destructora e incontrolable del hombre: devastadoras hambrunas, muros que separan el primer mundo del resto, interminables conflictos bélicos y una violencia urbana desmedida. Para ello, los personajes utilizados en sus films son arquetipos reconocibles de nuestro entorno más cercano, miembros a priori respetables de la sociedad cómo podrían serlo un padre de familia maltratador o un empresario sin escrúpulos. El maestro del suspense fue también un excelente cronista e historiador y advirtió, desde la lejanía, la lenta descomposición de nuestro mundo.

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