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El Rey inicia hoy la ronda de contactos con las fuerzas parlamentarias para determinar las probabilidades de una investidura exitosa. El clima reinante es el de que todo el pescado está vendido.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, conminó ayer tanto a sus coaligados de Podemos como al PSOE a hacer un último esfuerzo. «Las horas que quedan no son horas muertas. De hecho, las próximas 48 horas son claves», dijo. Su mensaje sonó a aldabonazo a Iglesias, que no acepta ningún pacto que no implique la coalición. «Desde un punto de vista progresista, la única opción que hay que descartar es ir a elecciones», insistió. También cargó contra el presidente en funciones, al que acusó de no hacer propuestas y descartar las de los morados.
El portavoz del PNV, Aitor Esteban, ya reclamó el martes desde la tribuna del Congreso, como también hizo Compromís, que Sánchez e Iglesias tomaran las riendas de la negociación para desencallar la situación. En vano.
En ERC, las lecturas son diversas. Mientras su portavoz en la Cámara Baja, Gabriel Rufián, lleva meses advirtiendo de que los votantes no distinguirán culpables y harán responsables de una falta de acuerdo en la izquierda a ambos por igual, el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, señaló a Sánchez como principal culpable. «Una abstención del PP o de Cs es lo que buscaba desde el primer momento», dijo.
Es probable que toda esta presión estalle en el Congreso. Cuando mañana a las seis de la tarde Sánchez cruce el umbral de la Zarzuela, la Cámara Baja estará inmersa en la toma en consideración de proposiciones que podrían decaer el lunes siguiente. El anuncio de si Felipe VI propone o no un candidato para ser investido se conocerá entonces. Los diputados continuarán con su actividad, pese a la certeza de que las Cortes están abocadas a la disolución.
